Un día del niño caraqueño de los 90
Dibujo para vivir y acumular libretas. De vez en cuando…
El día del niño se celebra el tercer domingo de julio y en la Guía de Caracas hemos estado recordando la Caracas de antes, desde los primeros autocines, hasta los restaurantes de toda la vida.
Hoy quisimos hablar de cómo era la vida para aquellos que vivieron su infancia en los años noventa. Esos años antes de la adolescencia cuando lo más importante era terminar el último álbum de barajitas que sacara Panini, llevar tu Pascualina a clases sin mostrarla a nadie y sacar la pulsera de tu equipo favorito en el fondo del Golazo.
¿Quién sabe? Tal vez podemos retomar algunas costumbres y compartirlos con los niños de esta generación.
Los primeros juguetes
En los noventas, el Nintendo, el Gameboy y los Tamagotchi eran la sensación. El día a día del niño caraqueño estaba lleno de opciones. Aunque podían jugar el último vídeo-juego del momento, también tuvieron los pulgares morados gracias a las competencias de perinolas.
Y entre lo clásico y lo nuevo estaban los juguetes de la Cajita Feliz de McDonald’s. Aunque las franquicias de la competencia también traían juguetes, ninguno se comparaba con la calidad y los detalles de los de la Cajita Feliz.
Más hacia la vieja escuela, los jacks, las metras, el trompo y los palitos chinos se ponían de moda por temporadas, permitiéndole al niño de los noventa disfrutar un poco de los juegos «wireless».
Eso sí, el gurrufio nunca tuvo oportunidad con los niños de la generación Y.
Los sabores de la niñez
A veces, de la mano de los primeros juguetes venían las primeras chucherías de la niñez del caraqueño en esa época. Después de todo, los tazos y los hielocos venían de la mano de las Ruffles, Pepitos, Tostoncitos y, por supuesto, las tapas premiadas de Coca-Cola.
Hemos hablado de las chucherías típicas de la Caracas de antes. Pero tenemos que repetir el tema. La hora del recreo o la salida del colegio siempre se veían acompañadas de la chuchería favorita. Desde el simple chocolate de leche Savoy hasta el raspadito del señor que se paraba a las afueras del colegio, son sabores que nunca olvidaremos.
De hecho, la señal que la infancia llegaba a su fin para darle paso a la adolescencia era ese momento cuando se le compraba un helado al heladero sin compañía de un adulto, o se pedía el asquerosito «con todo». La gastronomía caraqueña acompaña al caraqueño en cada paso de su vida.
Las primeras lecciones
Sin importar en qué colegio hayas estudiado, estamos dispuestos a apostar lo que sea que alguna enciclopedia física era tu salvación. Teniendo la primera versión de Google, los niños caraqueños de los noventa tuvieron lo mejor de los dos mundos: el Internet y las enciclopedias viejas.
Algunos afortunados usaban los encartados que traían periódicos como El Nacional o El Universal.
El entretenimiento
Luego de terminar la tarea, el día del niño caraqueño estaba hecho para el entretenimiento. Algunos podían ir a jugar con los vecinos, pero otros se quedaban en casa y su único ocio antes de la cena era ver televisión. Para eso existian programas como el Club de Los Tigritos y todas las novelas adolescentes que ofrecían las bandas musicales del momento como Salserín y Los Adolescentes.
Otros que no se interesaban tanto en el drama que les esperaba en la adolescencia, disfrutaban sus tardes con Puma TV, un canal que le hacía competencia a MTV donde podían ver los últimos vídeos musicales de artistas nacionales e internacionales.
También hubo oportunidad para los ahora llamados «Otakus». Fanáticos del anime que en su época hacían maratones que empezaban después de la última novela de la tarde. Desde Candy Candy hasta Pokemon, las tardes se pasaban entre historias fantásticas llena de colores vibrantes.
Las aventuras
Era común que para ciertas clases, el colegio sacara a los niños a paseos escolares a lugares que podían dar ejemplos didácticos de la lección. Algunos de los lugares típicos eran el Museo de los Niños o la Casa de Simón Bolivar, pero hubo algunos que por biología tuvieron que ir hasta la facultad de Medicina de la UCV. Salir con el grupo de colegio era una oportunidad para salir de la rutina y conocer todo lo que Caracas tiene para ofrecer.
Muchos aprendieron desde pequeños a transitar la ciudad con trasporte público. Desde las estaciones del metro, hasta la ruta de cada camionetica, una de las primeras cosas que aprendía el niño de los noventa, era llegar a cualquier parte a pie. Aunque fuese con la compañía de un adulto, todo niño caraqueño recuerda su primer viaje en metro.
Muchos de los que vivieron su niñez en Caracas durante los noventa aún portan con orgullo las cicatrices que se hicieron en la primera patinetada decembrina. No hay duda que era una época donde la ciudad aportaba todos los planes imaginables para las mentes más creativas y traviesas.
¿Cómo era el día del niño en tú época?
¿Cuál es tu reacción?
Dibujo para vivir y acumular libretas. De vez en cuando productora. No me gusta el sushi.