El poeta Fernando Paz Castillo
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Diplomático, educador, ensayista, crítico literario y poeta venezolano. Fue muy influyente entre los años 1912 y 1980. Fue miembro de la Academia Venezolana de la Lengua. Es uno de los principales representantes del movimiento de la Generación de 1918. El poeta Fernando Paz Castillo.
Nació el 11 de abril del año 1893 y falleció el 30 de julio del año 1981, a la edad de 88 años. Recibió el Premio Nacional de Literatura de Venezuela. También fue miembro fundador del Círculo de Bellas Artes.
Su gusto por la lectura comenzó a muy temprana edad revisando la biblioteca de sus padres (Ignacio Paz Castillo y Luisa Aristeguieta). Todo esto que nació de forma espontánea terminó convirtiéndose en una vocación literaria.
Una anécdota muy interesante es cuando el afamado escritor Rómulo Gallegos, para el año 1925 le dedica la primera edición de la novela “La Trepadora” porque Paz Castillo le había sugerido el tema para esa novela.
Desde 1936 y hasta 1959 trabaja en el servicio exterior, en ese año se retira y se va a vivir a Caracas. En esa nueva etapa colabora en un gran número de revistas literarias y periódicos, publica libros de poesía y crítica literaria.
A continuación les dejamos uno de sus poemas más celebrados:
La mujer que no vimos
“Se alejó lentamente
por entre los taciturnos pinos,
de frente hacia el ocaso, como las hojas y como la brisa,
la mujer que no vimos.
Bajo una luz de naranja y de ceniza
era, como la hora, soledad y caminos;
armonía y abstracción como las siluetas;
esplendor de atardecer como los maduros racimos.
De lejos nos volvía en detalles
la belleza ignorada de la mujer que no vimos.
La tarde fue cayendo silenciosa
sobre el paisaje ausente de sí mismo
y floreció en un oro apagado y nuevo
entre el follaje marchito.
Hacia un cielo de plata
pálido y frío;
hacia el camino de los vuelos que huyen,
de las hojas muertas y del sol amarillo,
se alejó lentamente
la mujer que no vimos.
Sus huellas imprecisas las seguía el silencio,
un silencio ya nocturno, suspendido
sobre el recogimiento de la tarde,
huérfana de la prolongación de sus caminos…
Pero su voz, entre la sombra,
hizo vibrar la sombra, y era su voz un trino:
fúlgida voz que hacía pensar
en unos cabellos del color del trigo.
Recuerdos de las formas evocan las siluetas
de los apagados árboles sensitivos;
pero la voz que se aleja entre masas borrosas,
denuncia unos ojos claros como zafiros,
y unas manos que, trémulas, apartan los ramajes
como dos impacientes corderitos mellizos.
Ni pasos furtivos, ni voces familiares:
oquedad y silencio entre los altos pinos,
y en las almas confusas un ansia de belleza.
¿Pasó junto a nosotros la mujer que no vimos?”.
Fernando Paz Castillo.