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Alejandro Oliveros, el poeta traductor de poetas

Alejandro Oliveros, el poeta traductor de poetas

Alejandro Oliveros, el poeta traductor de poetas

Poeta, traductor, ensayista, profesor y editor carabobeño de alto vuelo. No es fácil traducir poesía ya que si no se tiene la esencia poética se puede perder mucho del significado del autor original en el trabajo del traductor. Alejandro Oliveros, el poeta traductor de poetas.

Como exitoso traductor ha trabajado poetas como Robert Lowell, Elizabeth Bishop, Ezra Pound y William Carlos Williams. Domina a la perfección el italiano, inglés, alemán y  el francés.

Nació en Valencia, Venezuela, el 1 de marzo del año 1948. Con más de diez poemarios publicados se ha ubicado como uno de los escritores más reconocidos nacional e internacionalmente.

Profesor de literatura inglesa y norteamericana en la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Su valioso trabajo realizado traduciendo a otros poetas se ha reconocido como uno de los mejores en este ámbito.

Alejandro Oliveros, el poeta traductor de poetas

Incluso sus obras traducidas se han publicado en el volumen “Voces ajenas” de la Fundación para la Cultura Urbana. Pero nada mejor para conocer a un poeta que leerle, apreciarle y descubrirle en su poesía. A continuación uno de sus trabajos más celebrados:

Poema: Ulises (De Magna Grecia, 1999)

“¡Me tomó tanto tiempo regresar a Ítaca!

Nunca imaginé que el puente estaba

poblado por criaturas tan extrañas.

Gigantes comilones de un solo ojo,

chicos inyectándose en las plataformas,

esos rostros pálidos y helados,

y distraído, recordando el Hades;

la isla de Caribdis, en Sicilia desde el monte Etna

y escopeta, abundante en vino y grano.

Tantas veces recé por mi regreso

camina por esta tierra de naranjos

y bucares, respira el verdoso

el aire del campo y el aroma del mango,

en el calor infinito, la vergüenza

verano y humedad de mosquitos.

La patria lejana es tan dorada

como la luz de Florencia en primavera.

Desde la clara altura de este

tour contemplo vinos ordinarios

del océano. Más allá de las amenazas

de todo tipo, los tallos de la hierba

y dolor en las extremidades infectadas,

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gangrena y sangre ennegrecida,

sudoración y fiebre terciaria,

El apetito voraz de Polifemo

y su amenaza de cegar mi vida.

No sé cómo pude escapar

a la muerte inveterada, a sus enlaces

y acecho, a sus nombramientos y quiebras.

Cuánto no daría yo, sin embargo, por

devuélveme al mar, prepárate

el tronco resbaladizo y encuéntrame

con el cuerpo desnudo de Calipso,

o, en la noche arenosa de Cumboto,

El agua de Circe en sus pechos blancos”.

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