Murales de Caracas: Amalivaca
Las Torres del Silencio albergan cientos de historias, desde su construcción hasta increíbles obras de arte que, a pesar de estar a simple vista, su historia está oculta para muchos. Entre dichas obras se encuentra el mural de César Rengifo: Amalivaca.
Entre la década de 1945 y 1955 se creó esta pieza de arte, la cual a lo largo de sus 28 metros y sus 2.8 metros de altura, nos narra la historia de nuestros antepasados planteándose como el origen de los venezolanos.
César Rengifo en dos ocasiones ha expuesto su amor por el venezolano y como todo artista, siempre desde el arte. Obras como Amalivaca y Creadores de la Nacionalidad, expresan la identidad venezolana.
Por su parte, este mural narra el mito del personaje principal: Amalivaca. Un aborigen conocido como el héroe de los Tamanacos, un pueblo indígena hoy en día desaparecido. Sin embargo, este mito ha ido mutando a través del tiempo, tanto así que no se tiene con certeza un origen concreto.
Este mito cuenta que el mundo estaba dividido en tres planos. El superior, donde habitaban los Dioses; el medio, donde existían hombres, animales y vegetación, y el inferior, donde moraban demonios.
Hasta este punto el mito y sus mutaciones concuerdan, lo siguiente que se narra acerca de Amalivaca cuenta con dos versiones.
En la primera, Amalivaca es un Dios creador del mundo y los hombres, al cual tras un gran diluvio ocasionado por Lalikilpará, los hombres le ruegan ayuda. Tras un largo tiempo se logra ver a dos hombres en una canoa, Amalivaca y su hermano Uochi, quienes juntos tenían la misión de repoblar la tierra. Sobre esta tierra devastada regaron la semilla del moriche y de ella nacieron hombres, mujeres, el río y el viento.
La segunda versión cuenta que ambos hermanos, fueron dos sobrevivientes de la furia de Lalikilpará que lograron llegar a la cima de una montaña, un lugar sagrado para los dioses. Se creía que mientras más cerca de las nubes se estuviese, más cerca de los dioses se estaría. Al llegar a la montaña, ellos preguntaron a los dioses y estos respondieron con semillas de moriche, las cuales debían regar por la tierra para repoblarla de hombres, animales y vegetación.
Finalmente, ambos relatos concluyen en cómo los descendientes de las semillas continuaron fortaleciendo a la tierra y aprendiendo las técnicas de Amalivaca y su hermano. Concluyendo que al separarse, Amalivaca comenta a los nuevos pobladores que la vida sería eterna, pero tras ser incrédulos ante su palabra, se enfurece y les niega la vida eterna.
Por su parte, el mural de César Rengifo termina con el casco de un colonizador español, puesto que Amalivaca también es conocido como un personaje importante en la lucha de los indígenas al ser colonizados.
Más allá del mito, es importante recalcar el valor de la pieza como obra de arte en sí, en donde el artista refleja este mito mediante un movimiento conocido como el realismo social, el cual para la década de 1950 era admirado por Pérez Jiménez. Él mismo creó un proyecto de modernización de mayor impacto sobre el paisaje urbano del país. Muchas de estas obras llevaban a cabo una concepción moderna con distintos lenguajes nacionalistas inspirados en el pasado prehispánico.
Tanto así que gracias a este mito y mural en referencia, hoy en día se tiene constancia de la semilla de moriche como icono del origen de los venezolanos.