Una breve historia del crecimiento urbanístico de Caracas
Las ciudades crecen, es indudable; así como crece su superficie, también crece su historia. Aquellas historias que nos contaban nuestros abuelos o en la escuela sobre una Caracas de techos rojos o menos ajena a nosotros, una ciudad moderna de concreto y cristal. No es de extrañar que nuestra ciudad fue en algún momento un pequeño poblado de no más de 1000 habitantes y que poco o nada tenía que ver con la ciudad en la que vivimos hoy. Lo cierto es que nuestra capital guarda en sus calles, edificios y ciudadanos, algunas memorias ya contadas, además de otras que esperan volver a ser descubiertas.
Cada zona nos relata una historia distinta: Una de sueños, aventura, crecimiento, rebeldía, prosperidad, necesidad, entre otras. Así pues, es necesario comenzar desde el nacimiento de Santiago de León de Caracas para comprender la historia de construcción y destrucción de la memoria física y espiritual de nuestra ciudad.
Nuestra historia comienza hace unos 400 años con la llegada de un grupo de españoles al valle de Caracas, llamado así por los propios españoles debido a la abundancia de una hierba que los indígenas llamaban “Caracas” y que aún hoy podemos encontrar creciendo en las aceras y jardineras. Estos hombres intentarían al menos en dos ocasiones crear un poblado alrededor del valle, aun cuando los indígenas que ya residían en estas tierras se lo impidieran. Tiempo después se asentarían estableciéndose a partir de 25 cuadriculas que estaban organizadas alrededor de una plaza mayor. Parte de esta primera organización perdura hasta hoy y forma parte del casco histórico de la ciudad. Así mismo, bajo el mismo concepto aquel poblado de 25 “cuadras” se expandiría más hacia el este en los siglos venideros hasta llegar a los límites de la quebrada Anauco, donde una población canaria se asentaría y formaría lo que hoy conocemos como parroquia La Candelaria.
El siglo XIX llegaba a su fin y todavía Caracas seguía siendo el poblado colonia, pero un hombre cambiaría este pequeño poblado de influencia española. Guzmán Blanco “el ilustre americano” traería consigo una serie de cambios para convertir a Caracas en su pequeña París. Estos cambios fueron de carácter urbano y arquitectónico, siendo principalmente las modificaciones a edificios existentes, replanteamientos urbanos para que la ciudad se asemejara más a París, construcciones de nuevas estructuras tales como: parques, bibliotecas y teatros; conjuntamente la destrucción de varias edificaciones. Caracas se afrancesó para comenzar a construir una ciudad muchos más civil.
La ciudad se vuelve a estancar al llegar el siglo XX y durante 25 años se inauguran escasas obras públicas y de infraestructura. Luego de la muerte del benemérito, la ciudad exigía un cambio y se desarrolla el periodo de más progreso urbano que hasta ahora ha visto la capital. La Universidad Central de Venezuela, se comienza a construir y con ella nace el espíritu de la modernidad que trajo Carlos Raúl Villanueva a Venezuela, una modernidad tropical. A la par de las grandes construcciones de autopistas, complejos habitaciones, residenciales, avenidas y edificios públicos, se gestaban cambios sociales y políticos que conmovían a la civilidad. Caracas se transformó a tal punto que su sultán enamorado también cambió; en 1956 se coronaba el Ávila con la inauguración del teleférico y el hotel Humboldt.
La segunda mitad de siglo XX comenzaba con una ciudad llena de nuevos habitantes provenientes de Europa que nutrieron la cultura y la industria venezolana. Muchas de las grandes familias de la ciudad exigían nuevas zonas donde residenciarse, por lo que urbanistas y arquitectos expanden la ciudad hacia el este, el sur y el norte creando nuevas urbanizaciones, algunas de ellas: San Bernardino, La Florida, Las Mercedes, Altamira, Bello Monte, etc. Las consecuencias que generó este desenfreno constructivo se fueron viendo, Caracas creció orgánicamente y no se planificó una visión general de ciudad, es decir la ciudad se construyó por retazos.
La historia continúa hasta nuestros días y nosotros como caraqueños la vamos aumentando con la construcción de nuevos edificios, la conservación de otros y la creación de nuevas memorias en nuestros espacios caraqueños. Todos estos espacios deben ser valorados a la par de ser protegidos para que así nuestra memoria física esté en concordancia con nuestra memoria espiritual.