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La sensibilidad en la poesía de Hanni Ossott

La sensibilidad en la poesía de Hanni Ossott

La sensibilidad en la poesía de Hanni Ossott

Reconocida poeta, ensayista, profesora universitaria y traductora. D.H. Lawrence, Rainer María Rilke y Emily Dickinson son algunos de los poetas internacionales que Ossott tradujo conservando la esencia de cada uno de ellos. La sensibilidad en la poesía de Hanni Ossott.

Nació  en Caracas, el 14 de febrero de 1946 y falleció también en Caracas, el 31 de diciembre de 2002.

Tiene una extensa lista de libros publicados y trabajo durante un par de décadas como profesora en la Universidad Central de Venezuela (UCV).

Resumen de su obra poética más importante

Los poemarios Espacios para decir lo mismo (1974)

Espacios en disolución (1976)

Formas en el sueño figuran infinitos (1976)

Espacios de ausencia y de luz (1982)

Hasta que llegue el día y huyan las sombras (1983)

Plegarias y penumbras (1986)

El reino donde la noche se abre (1987)

Cielo, tu arco grande (1989)

Casa de agua y de sombras (1992)

El circo roto (1996).

Obras completas, donde también se incluyeron sus ensayos y traducciones (2008)


Como nota curiosa se puede destacar que las cenizas de Ossott fueron esparcidas en los jardines de la Facultad de Humanidades y Educación de la UCV, ya que fue el lugar en el que fue profesora durante más de 20 años.

Premios recibidos

Ganó el Premio Nacional de Poesía Lazo Martí

Premio Nacional en la II Bienal de Poesía José Antonio Ramos Sucre

También el Premio CONAC de Poesía

La sensibilidad en la poesía de Hanni Ossott

De su obra poética les dejamos esta destacada pieza poética:

POR SALIR DEL CHARCO

                   A Washington con Manuel

“En algún lugar del mundo

una mujer se sentaba todas las mañanas

a contemplar un viejo edificio.

Y había ventanas, sí

plenas de sombras

hombres, mujeres, monstruos.

Esa casa estaba deshabitada

no había amantes, no.

Sólo aves que a veces cruzaban el horrendo paisaje.

En algún lugar del mundo

  había una lámpara rota

  que no era de ella.

También un diccionario.

Eso no podía resolver su soledad.

Había tres árboles, cuatro árboles

y ruidos, la calle, los automóviles.

En algún lugar del mundo ella

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no pudo hablar con quien podría

     ser su amante.

El placer estaba vedado.

Las ambulancias pasaban

El fastidio cundía.

En algún lugar del mundo

ella se detenía

a ver un enchufe

un sofá

una mesa repleta de libros y de centavos

y al marido: mustio, callado, leyendo…

También había pastillas, muchas pastillas

y un avión que pasaba.

Llevando a gente que sí tenía lugar.

En algún lugar del mundo

      ella rezaba

      por salir

      por salir

      del charco”.

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