El misticismo y erotismo en las letras de Juan Sánchez Peláez
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Poeta, profesor y traductor venezolano que estuvo activo durante buena parte del siglo XX. El misticismo y erotismo en las letras de Juan Sánchez Peláez.
Nació en Altagracia de Orituco, Estado Guarico, en el año 1922. Falleció en el año 2003 en Caracas. Ganó el Premio Nacional de Literatura de Venezuela en el año 1976. Muchos consideran a Juan Sánchez Peláez como el precursor de la poesía contemporánea.
Con su primer libro de poemas “Elena y los elementos”, en el año 1951 comenzó a ser reconocido como uno de los grandes del oficio. Con esta novel publicación recibió el Doctor Honoris Causa de la Universidad de los Andes.
Políticamente desempeñó el cargo de agregado cultural de Venezuela en Colombia, Chile y Francia, estas funciones lo hicieron crecer como ser humano y aumentaron su visión de la vida e influyeron en su formación literaria.
Sánchez Peláez fue colaborador de importantes publicaciones como: Papel Literario del Diario El Nacional, Revista Poesía (Valencia), Eco (Colombia), Zona Franca, Señal (París) y otras.
Obras publicadas
- Elena y los elementos, 1951.
- Animal de costumbre, 1959.
- Filiación oscura, 1966.
- Un día sea, 1969.
- Rasgos comunes, 1975.
- Por cuál causa o nostalgia, 1981.
- Aire sobre el aire, 1989.
- Obra poética, 2004.
- Air On The Air Translated from Spanish by Guillermo Parra, 2016.
El misticismo y erotismo en las letras de Juan Sánchez Peláez
Sin duda, Juan Sánchez Peláez era un virtuoso de la poética. Nada mejor para conocerle que leerle. Les dejamos por acá un poema de su autoría, perteneciente a su primer libro «Elena y los elementos» del año 1951.
Aparición
“Aclimata el carruaje dichoso de tus senos, la tierra de mis
primeras voces,
sus heridas abiertas, sus flagelados gavilanes en la
intemperie nevada.
Una mujer llamada Blanca manipula la jaula escarlata del
misterio
Sobrepasa el límite, una oscura potencia.
¿Grita, imagina, siente?
Teje una cáscara densa de brisa matinal, alivia piedras
decrépitas.
La joven pálida me conduce a un jardín en ruinas.
La veo desnuda, bajo un gran suburbio de palmeras,
exportando el oro del crepúsculo hacia un milagroso país.
Ha regresado la hora silenciosa.
Me circundan las pesadas bahías de tus ojos.
Tú tienes que diseminarte, cuerpo y alma,
en la heredad meliflua de las rosas.
A mi lado pasan lavanderas con sus blancas túnicas, con sus
cofias de inocencia
y las manos entregadas a un rito”.