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Historias Chicas de Caracas: Semana Santa, por Don Eliseo

Historias Chicas de Caracas: Semana Santa, por Don Eliseo

¡Que calorón estaba haciendo! A pesar de ello, la fe mueve montañas y era una montaña que había que mover para que mis muchachos alborotados y pendientes de otras cosas mas divertidas, propias de sus edades, aceptarán acompañarnos a la visita a los 7 templos con el recogimiento necesario y mucha compostura.

Entre su mamá y yo elegimos a Catedral, San Francisco, Santa Teresa, Las Mercedes, Altagracia, Santa Capilla y Corazón de Jesús. Era una ruta corta y sin otra complicación que la multitud ante el Nazareno de San Pablo en la iglesia de Santa Teresa.

Bien apertrechados con cantimploras de agua fresca (en esos días no habían esas botellitas de agua potable que existen ahora), nos metimos en mi carrito Studebaker y salimos temprano, antes que el sol calentara mas. Me paré en el estacionamiento Río Tuy, bajo Las Torres del Centro Simón Bolívar y de allí a Santa Teresa, que es la mas cercana. En la entrada sur existe una placa que siempre me causa impresión cuando paso a su lado; habla de la tragedia que aconteció hace años por una situación de pánico en la muchedumbre, la gente despavorida se atropelló buscando la salida y aplastaron a decenas de personas en su huida. ¡Dios nos proteja! Unas breves oraciones y continuamos camino hacia San Francisco a un par de cuadras. Es una bella iglesia, mi favorita por arquitectura y solemnidad, fue donde le otorgaron el título de El Libertador a Bolívar. Pasamos bajo la ceiba famosa y nos dirigimos a La Catedral, haciendo breve escala en la Plaza Bolívar a tomarnos un traguito de agua y los muchachos un raspado de colita. Les conté que mi abuela me decía que debían ser 7 templos en conmemoración a las 7 palabras que dijo Nuestro Señor en la cruz y me acordé que Monseñor Henríquez en su

sermón de esos días siempre lo adaptaba a la situación del país y fustigaba con ello al gobierno de Pérez Jiménez. Varias visitas le hizo la Seguridad Nacional para amenazarlo por esto; ¡ese cura si era bravo!

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Así, de una en una, fuimos cumpliendo con la tradición de fe y compartiendo con los muchachos muchas historias y leyendas de esta vieja ciudad. La pasamos muy bien. Pienso que es una forma de unir la familia, darle valores, educación, principios, practicar nuestras creencias y, de paso, pasar un buen rato. Espero que se conserve siempre esta tradición.

¡Que Caracas aquella, la de mis tiempos!…

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