Historias con calle: Apascacio Mata
La ley y el orden son los pilares de cualquier institución policial y esa debe ser la punta de lanza para quienes visten los uniformes. Un día, un simple oficial de tránsito, colocó al Presidente de la República a cumplir las leyes de nuestro país. Ese oficial fue Apascacio Mata.
17 de Marzo de 1980, eran horas del mediodía bajo el sol caraqueño. Todo parecía transcurrir con normalidad en la avenida Universidad, esquina de Sociedad. De repente se divisa un hombre muy bien vestido que pretende detener el tráfico. Del otro lado se divisa una caravana, que por su propia naturaleza, parece ser la escolta presidencial que traslada al Presidente Herrera Campins.
Días antes, a través de la televisión, el Presidente Herrera había sido enfático sobre la necesidad de los venezolanos de cumplir con la ley. Apascacio Mata, de quien nunca se tuvo dudas de su rectitud, abordó a aquel hombre que pretendía detener el tráfico para hacer pasar la caravana del Presidente. -Ustedes son los primeros que deben hacer cumplir las leyes-, dijo Apascacio al agente. Inmediatamente el Presidente se percató de la situación y ordenó al escolta dejar al policía cumplir con su trabajo. -Usted captó el mensaje-, le dijo Herrera Campins a Apascacio, para posteriormente invitarlo a almorzar en el Palacio de Miraflores.
Apascacio Mata nació en Panaquire, estado Miranda, en 1940. Albañil de profesión, prestó servicio en la Policía Metropolitana durante 33 años, iniciándose en 1965.
Apascacio Mata fuera de nuestras fronteras
La figura de Apascacio es la de un policía querido por todos, precisamente por esa rectitud cuando de hacer cumplir la ley se trata. Él es el policía más condecorado en la historia de la Policía Metropolitana e inclusive fue invitado por el presidente Jimmy Carter, en 1981, a participar en la escuela de agentes de Tennessee. También fue homenajeado en la Casa Blanca, donde también almorzó y compartió con el propio Carter.
Apascacio Mata murió el 14 de mayo de 2015. En el patio trasero del edificio donde vivió quedó la moto que en algún momento la Policía Metropolitana le otorgó y nunca se le ocurrió vender: «Ni loco, esa moto es parte de mi». El recuerdo que conservó más de cerca, al lado de su cama, fue la réplica de la chapa que usó toda su vida, con el número que la Policía retiró en su honor: 0983.