Papillón: el libro que se escribió en El Gran Café
Caracas, una ciudad tan diversa como los tonos de sus verdes, la música, el color de los ojos y las sonrisas. En esta oportunidad hablaremos de Henry Charriere, autor de Papillón, un humilde francés que nunca se imaginó pasaría más de la mitad de su vida entre prisiones e intentos de escape. Luego, una tarde de 1946 llegaría a Venezuela sobre un saco de lleno de cocos.
Henry se asentó en Caracas, compró una propiedad en la calle Real de Sabana Grande llamada Quinta Cristal. Fue allí donde inauguró un negocio que nunca imaginaría el impacto que tendría en las fibras de los caraqueños, Le Grand Café. Claro semblante parisino el que instaló Charriere en El Gran Café, con gran cantidad de mesas dispuestas al aire libre, donde frecuentaban los intelectuales y poetas de la época. El lugar era la moda. En este sitio, Henry Charriere escribiría el libro que contaría la historia de su injusta prisión en las colonias penales de las indias francesas y su posterior escape, Papillón.
El 26 de octubre de 1931 salió el veredicto, Henry era condenado a perpetuo trabajo forzado por el asesinato de un proxeneta llamado Roland Le Petit. Henry siempre aseguró su inocencia. Estuvo detenido muy poco tiempo en Francia, para luego ser trasladado donde daría lugar parte de su historia, las Islas de la Salvación en la Guyana Francesa. En 1933 Henry planifica su primera fuga, se echará al mar con otros dos reclusos. Navegaron por toda la costa de Trinidad y Tobago, hasta llegar a Riohacha, Colombia. Una tormenta les impidió la movilidad de su plan para dejar la costa colombiana y fueron capturados nuevamente. Henry logró escapar con la ayuda de otro interno y llega hasta la Guajira donde vivirá una historia de amor que lo marcará para siempre.
Seis meses fue el tiempo que transcurrió mientras Henry vivía prófugo de la justicia, en un poblado de buscadores de perlas. Allí conoció a una joven y su hermana, quienes se enamoraron de él y se convierten en sus esposas y madres de sus hijos. «La forma más pura del amor y la belleza», así escribió Henry para referirse a ese episodio amoroso que no duró demasiado tiempo, producto de su sed por justicia.
La suerte no le duró demasiado y a los pocos meses Charriere es capturado en Santa Marta, para luego ser trasladado a una prisión en Barranquilla donde se llevaría una gran sorpresa: también se encontraban allí detenidos sus compañeros que fueron arrestados en la costa cuando él, meses atrás, logró escapar. El panorama era inminente, serían trasladados a la Guyana Francesa nuevamente. La pesadilla parecía no tener fin ante un crimen no cometido. Su traslado se llevó a cabo en 1934.
Fueron dos años en aislamiento lo que le costó a Henry Charriere el intento de fuga en la, llamada por los internos, devoradora de hombres; la isla de Saint-Joseph. Luego de dos mortíferos años, fue trasladado a la isla de Royale. Henry, pretendía escapar nuevamente, pero un informante contó todo a los guardias de la prisión, impidiendo sus planes. En este punto se recrudecerá el escenario para Papillón, quien entonces sería condenado a ocho años en prisión de aislamiento; prácticamente la muerte. Un acto de heroísmo lo salvaría de cumplir semejante pena. Una niña, Lisette, se ahogaba en las costas de la isla, llenas de tiburones. Henry, en un momento de valentía, saltó al agua sin pensar en los tiburones, agarró a la niña y la llevó sana hasta la orilla. El arriesgar su vida para salvar a Lisette, le valió para ser liberado a los 19 meses de prisión en solitario.
Papillón sabía que era menester una nueva estrategia de fuga, y por lo tanto empieza a simular una locura. El objetivo es ser trasladado a la Isla Manicomio, donde la seguridad era muchísimo más baja. El momento para escapar del manicomio era perfecto. La segunda guerra mundial había empezado y la fuga era penada con la muerte, pero los locos eran considerados personas que no tenían control sobre sus propias acciones y por lo tanto no podían ser castigados por ellas; ni siquiera un intento de fuga. Todo parecía perfecto, sin embargo cuando Henry intenta escapar junto a un compañero, las turbias aguas de la isla los estrellan contra el acantilado, poniéndolos en riesgo de morir ahogados.
La cordura no tardó en volver y Henry pidió ser trasladado hasta la Isla del Diablo, la más pequeña de las tres islas que constituye las Islas de la Salud. Esta era de las islas más seguras, pues contaba en sus alrededores con unas corrientes tan agresivas, que hacía, entonces, prácticamente imposible escapar. No contaban con la tenacidad de un hombre decidido a ser libre. Decide que simplemente se arrojaría al mar sobre un bolsa llena de cocos. Estos le permitirían flotar y además alimentarse paulatinamente de ellos. Durante los preparativos, Henry divisa que hay una progresión en las olas: la séptima es más grande que todas las demás, esa sería su ola. Henry convence a un compañero, Sylvain, para que escape con él. Se hacen al mar, donde logran sobrevivir comiendo la pulpa de los cocos. Sylvain, a unos 300 metros de la costa, abandona su improvisada balsa producto de la desesperación y muere. Henry, se mantiene sereno sobre su balsa hasta llegar a tierra firme.
Fue mucha la ayuda que recibió Henry para lograr escapar de la Isla del Diablo, uno de ellos fue un chino de nombre Chang. Una vez en tierra firme, Papillón contactó al hermano de Chang, Cuic Cuic, para que lo ayudara en la fase final de su plan de fuga. Cuic Cuic les deja esconderse en su refugio y luego huye en bote hasta Georgetown, capital de la Guyana Inglesa. Aquí, él y otros cinco, siguieron su camino hasta adentrarse en tierra venezolana, donde fueron capturados y encarcelados en las colonias móviles de El Dorado.
El 18 de octubre de 1945 fue puesto en libertad. Henry Charriere pasó 14 años entre prisiones y fugas por un crimen que asegura no cometió. Como Venezuela no tenía tratados de extradición con Francia, Henry decide quedarse en Venezuela. Se hizo ciudadano venezolano en 1956 y contrajo matrimonio con Rita Alcover. Papillón siguió prófugo de la justicia francesa hasta que su causa prescribió en 1967. Un gesto de buena voluntad por parte del presidente de Francia, Georges Pompidou, le permitió vivir sus últimos meses de vida en Francia. Siendo ciudadano venezolano, nunca le permitieron estar más de dos semanas en suelo francés.
Este fue el libro, usted, mi amigo, que se escribió en El Gran Café.