Tradiciones caraqueñas en navidad: Una mirada a través de los años
A tan pocas horas para la nochebuena. Caracas se ve más brillante con sus guirnaldas y luces navideñas que iluminan cada hogar. Pero como bien sabemos, en estas épocas decembrinas las tradiciones reinan en nuestro país, llenando de júbilo las calles al son de las tan memorables gaitas, villancicos, parrandas y por supuesto los aguinaldos.
Nuestras tradiciones tan hermosas poseen una diversidad en cada región del país. Empezando por las hallacas. En los andes por ejemplo se acostumbra a agregarle garbanzos, además de poseer un guiso bastante elaborado. En oriente se conocen las hallacas de mar por sus ingredientes como las pepitonas o el chipi chipi. Sin embargo la caraqueña es la más conocida por su toque dulce debido a que se le agregan algunos frutos secos y papelón. ¡Ojo! aquí no se queda la diversidad que hay en cuanto a hallacas, algunas tienen huevo, papa, plátano y demás.
Pero hay una tradición navideña que de niños nos emocionaba y esa era, escribirle una carta al niño Jesús para que nuestros más bonitos deseos fuesen realidad. Dicha carta era prácticamente colocada el mismo día que el pesebre o el arbolito. Al igual que participar en las obras de navidad en las que más de una vez fui el borreguito.
Si abrimos el baúl de los recuerdos encontraremos una tradición muy hermosa que de seguro nuestros abuelos o padres se conocen a la perfección. Para la década de 1920 en Caracas concretamente desde el 16 hasta el 24 se realizaba una alegre celebración denomina las patinatas las cuales eran el acompañamiento de las tradicionales misas de aguinaldo.
Desde los primeros días de diciembre esta tradición era planeada, las tiendas exponían sus más lujosos patines de cuatro ruedas, siendo este uno de los regalos más preciados para la jóvenes de aquel entonces. En las familias se empezaba a instruir a los más pequeños el patinaje. Y todo era alistado una noche antes del inicio de las patinatas. Empezando por acostarse bien temprano dado que a tempranas horas los patinadores empezaban a recorrer la urbe caraqueña, y claramente el atuendo debía ser abrigador para sobrellevar el pacheco. A golpe de las cuatro de la madrugada se escuchaba a los patinadores esparciendo alegría por Caracas.
Como decía Aquiles Nazoa: “Sus risas, sus canciones, el estruendo de sus ruedas son el indicio más cierto de que faltan muy pocos días para que el Niño Jesús nazca”
Aquellos jóvenes transitaban por el parque Los Caobos, Los Próceres, la Plaza Bolívar y la candelaria que muy pronto se convirtieron en un epicentro cultural. Recorriendo la cuidad hasta llegar a las parroquias en donde presenciaban las misas de aguinaldo. ¿Por qué ir a pie, si podemos ir patinando? Se solía decir.
En cada misa de aguinaldo asistían niños y adultos cantando los conocidos villancicos y aguinaldos. La alegría continuaba al finalizar, ya que la mayoría se reunía en las cercanías de la iglesia a compartir entre arepitas dulces y café, además de las parrandas y gaitas navideñas. A medida que pasaba el tiempo esta tradición se hacía más famosa y en cada rincón de Venezuela se comenzó a practicar.
Sin embargo hoy en día se realiza el patinaje en línea en cualquier época del año, generalmente los domingos en la cota mil a diferencia de las patinatas realizadas entre la década de 1920 y 1960. Pero es indudable que esta tradición que aún sigue viva en pequeñas comunidades con el mismo motivo navideño, logra robar más de una sonrisa nostálgica a nuestros mayores al ver como los más pequeños ya no solo disfrutan de las memorables patines de cuatro ruedas, si no también celebran con sus bicicletas, monopatines y demás.