José Gregorio Hernández: mitos de un galeno trujillense
Venezolana desde 1996. Vanessa es estudiante de Comunicación Social y…
El otro día, en clases, nos disponíamos a realizar una actividad práctica. El ejercicio versaba sobre la construcción de personajes a partir de diferentes objetos. Entre ellos, yacía la estampa de un hombre de piel blanca, con bigote, delgado y semblante sereno. Estaba vestido de traje negro, corbata de igual color y camisa blanca; usaba un sombrero de fieltro oscuro. Ese hombre (aquel de la estampa) era el mismo que alguna vez vi en la Autopista Francisco Fajardo, en una gran valla en la que se pedía orar por su beatificación. A estas alturas, seguramente ya te hiciste una idea de quién estoy hablando, ¿no es así? Pues bien, de nadie más que del médico más popular de Venezuela: el Dr. José Gregorio Hernández.
Tal día como hoy, hace 154 años, nació en Isnotú -una localidad rural del estado Trujillo- José Gregorio Hernández Cisneros. Allí vivió toda su infancia. Su madre era ama de casa; su padre, un comerciante exitoso, dueño de su propio negocio. De él aprendió a ser disciplinado; de su mamá, a ser profundamente devoto. Con ella y su tía paterna, María Luisa, solía frecuentar la iglesia, así como la casa de parientes, amigos y enfermos con el fin de consolar o de prestar su ayuda. Por eso su arraigada religiosidad la seguiría cultivando aun después de la muerte de su mamá, en 1872.
A la edad de 13 años, manifestó a su papá su necesidad de estudiar Derecho; pero él lo persuadió para que estudiara Medicina. Así que, con ese objetivo en mente, viaja a Caracas. Cuentan que era muy apegado a sus libros, que los solía leer en sus ratos libres (y que disfrutaba de hacerlo) más que otra cosa. En 1884, se gradúa de bachiller en Filosofía. Cuatro años después, obtiene el título de Doctor en Medicina en la Universidad Central de Venezuela (UCV). Luego de eso, regresa a su tierra natal, con el fin de atender a los enfermos en algunas zonas andinas del país durante varios meses. Después de transcurrido ese tiempo, es enviado a Europa (más específicamente a París y, más tarde, a Berlín) a estudiar. Allí se avocaría al aprendizaje de materias poco o nada desarrolladas en el país, como lo eran: Microbiología; Microscopía; Histología Normal; Patología; Bacteriología; Anatomía y Fisiología Experimental.
En 1991, regresa a Venezuela. Gracias a él, debemos la fundación del Instituto de Medicina Experimental, del Laboratorio del Hospital Vargas y de varias cátedras en la UCV. Entre ellas, destaca Bacteriología: la primera en su clase en ser fundada en América del Sur. Los años pasaron. José Gregorio seguía desarrollándose como un catedrático insigne sin dejar de lado ni su profesión ni su vocación religiosa. Llamado por su fe, intentó en dos oportunidades (1909 y 1914) consagrarse, por completo, a su religión. Sin embargo, en ambas ocasiones, su estado de salud se lo impidió. Finalmente, dedica sus últimos años de vida a su profesión y a la docencia, hasta que, en 1919, muere atropellado en la parroquia La Pastora.
Del Dr. José Gregorio Hernández, podemos decir que realizó aportes importantísimos al estudio de la medicina en el país. Contribuyó a su modernización, a su renovación y a su progreso. No hay que olvidar, por ejemplo, que no solo introdujo el microscopio a Venezuela, sino que también enseñó a manejarlo. Era su campo, después de todo; el que más le gustaba. Su profesión médica la centró en el estudio de las enfermedades bacterianas. Pero es que también fue un hombre muy letrado. Era políglota (además del español, hablaba inglés, alemán, francés, italiano, portugués y latín), músico (tocaba el piano, el órgano; un poco de violín, algo de flauta) y tenía grandes conocimientos de teología y de hebreo. Todo aquello sin contar que escribió un libro de filosofía llamado Elementos de Filosofía, para reafirmar su posición creacionista. Para muchos, esto último podría ser considerado contradictorio; pero no lo es. José Gregorio Hernández supo conciliar ciencia con religión. Su personalidad, su vida en general, dieron fe de ello.
Hoy en día es admirado por millones más allá de nuestro territorio. Porque no solo es conocido en Venezuela; hay muchos latinos y habitantes de otros continentes que conocen acerca de este personaje. Tal vez por el médico brillante que fue o quizá por la manera en como llevó su vida, caracterizada por el servicio y la generosidad hacia los más necesitados. Por eso es que hay quienes lo veneran, quienes le atribuyen milagros. Muchos, en el mundo, lo consideran un santo a pesar de no haber sido canonizado por La Iglesia; no todavía. Aunque sí recibió el título de “Venerable” (categoría que avala que es digno de respeto, estima y honor) en 1986.
Lo cierto es que innegable que el Dr. José Gregorio Hernández forma parte de nuestra cultura, de nuestro acervo, de nuestras memorias. Lo hemos visto en telefilmes venezolanos, como El Venerable y José Gregorio Hernández, el siervo de Dios (ambos de 1990); en la telenovela Cosita Rica (2003), cuando Mamasanta recupera la vista (mea culpa por el spoiler); en vallas publicitarias; en negocios; en el transporte público; en las carteras. Está en todos lados. Seguirá en todas partes. Feliz cumpleaños, doctor.
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Venezolana desde 1996. Vanessa es estudiante de Comunicación Social y se vacila El Ávila de vez en cuando. También la puedes conseguir durmiendo en cualquier rincón de Caracas. Es de las que juegan rugby, pero no toman (mucho) ron.