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Nuestra Biblioteca Nacional cumple 185 años

Nuestra Biblioteca Nacional cumple 185 años

Fotografía: Rafael Melo (@rafter66)
Fotografía: Rafael Melo (@rafter66)

Desde el inicio de la historia de la humanidad, para que una población pueda ser reconocida como civilizada debía poseer una biblioteca, en ella se resguardaban los valiosos conocimientos que ayudaron a forjar las bases de cada sociedad y por eso representaba para los pueblos antiguos un tesoro que debían cuidar con mucho recelo. La palabra biblioteca proviene de dos vocablos de origen griego: biblion, que significa libro o documento y teké, que quiere decir caja; literalmente significa “caja de libros”.

Muchas de las nuevas generaciones no poseen la experiencia de la búsqueda e investigación que se lleva a cabo dentro de ellas, ya que con la llegada de la era tecnológica y el uso del  internet se tornó innecesario, y resulta mucho más cómodo investigar desde la computadora, sin tener que incluso trasladarse fuera del hogar. Sin embargo, para los amantes de la lectura y el aroma de los libros como yo, las bibliotecas siguen siendo un lugar perfecto para la búsqueda del conocimiento, además de ser un buen lugar para conocer personas interesantes con quienes se podrían compartir hallazgos e intereses comunes.

En el antiguo Egipto a las bibliotecas se les llamaba “el tesoro de los remedios del alma”, citando a Jacques Benigne Bossuet “curábase en ellas de la ignorancia, la más peligrosa de las enfermedades y el origen de todas las demás”. Fue algo muy natural que desde la invención de la escritura, nos preocupara el resguardo, almacenamiento y cuidado de la información. Tanta era su importancia y valor que muchas bibliotecas de la antigüedad quedaron destruidas durante ataques en períodos de guerra, debido a razones políticas y luchas por el control y el poder.

Nuestra Biblioteca Nacional fue fundada en 1833, durante la presidencia de José Antonio Páez, su arquitectura responde a la línea brutalista y su construcción estuvo a cargo del Arquitecto Tomás José Sanabria. De manera que dentro de sus muros muchas generaciones anteriores al internet encontraron saciar su sed de conocimientos. Para muchos las bibliotecas siguen teniendo una magia irresistible, su ambiente lleno de paz crea la atmósfera precisa que ayuda a alcanzar un aprendizaje más eficiente. Incluso hoy día podemos ver a muchas personas investigando en computadoras a través de internet dentro de las bibliotecas, de manera que dentro de estos magníficos espacios la loable búsqueda del conocimiento logra fusionar lo antiguo y lo moderno en perfecta armonía.

Un dato curioso es que los primeros libros sobre bibliotecología fueron de origen chino, y en esta fascinante cultura se le compara a una biblioteca desorganizada con un ejército sin disciplina, cuyos soldados se diseminan en desorden, desprotegiendo a su nación. Los primeros libros que llegaron a nuestro continente venían en el equipaje de los españoles, eran libros de aventuras y caballería, los religiosos traían libros de misas para introducir la fé cristiana y enseñarles el nuevo idioma.

Nuestras primeras bibliotecas eran colecciones privadas pertenecientes a familias adineradas y durante la época colonial funcionaron las de tipo institucional como las que estaban en los conventos y universidades de Caracas y Mérida. En nuestra historia destaca el papel de la Compañía Guipuzcoana, ya que fue en sus barcos que llegaron en contrabando los libros que harían entablar a las familias terratenientes fogosas conversaciones sobre las ideas de Montesquieu, fue aquí donde se dieron a conocer los conceptos americanos de independencia.

Es tan reconocido el poder del conocimiento que se convierte en costumbre ver la quema de libros como acto barbárico en un intento de desaparecer de la historia alguna comunidad. Por eso y a pesar de lo maravilloso que es poder tener acceso ilimitado al conocimiento a través de internet, no debemos descuidar nuestras fuentes de saber antiguas, ya que cada libro pasa a ser parte de nuestro patrimonio cultural y es nuestro deber como ciudadano cuidar de el para el disfrute de las futuras generaciones, debemos evitar que sucedan de nuevo tragedias como las de Nínive o Alejandría, ya que esto conlleva al retroceso de la evolución humana.

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En lo que a mí respecta, seguiré visitando mis bibliotecas favoritas, donde me recargo de energías positivas y donde puedo encontrar con quien entablar maravillosas conversaciones que enriquecen y alimentan mi alma. A nuestra Biblioteca Nacional le deseamos un feliz cumpleaños y que siga creciendo para guardar nuestros conocimientos al infinito crecimiento de la nación.

 

 

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