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Rompiendo la cuadrícula, de la colonia a nuestros religiosos hogares

Rompiendo la cuadrícula, de la colonia a nuestros religiosos hogares

Imponente y apacible permanece nuestro Ávila, testigo silente del desarrollo de la ciudad y de un país lleno de diversidades, presente en muchas expresiones artísticas, protagonista y protectora la montaña conoce nuestra historia colmada de contradicciones y vaivenes, son nuestras raíces regadas de sangre y magia las que se entretejen bajo sus faldas, las que crecen al ritmo de una urbe que hace tiempo dejó atrás las reglas de una construcción ordenada para entregarse al desenfreno de una población que se esparce como los pétalos de una cayena de cemento y acuarela.

Si pudiera hablar, con profunda y dulce voz; la montaña nos relataría sobre la llegada de los Franciscanos a nuestras costas, momento histórico que quizás haya marcado el aspecto piadoso que nos va a caracterizar, asumiendo a fuerza el comportamiento sumiso y dócil del conquistado, tras una feroz pero fallida resistencia, fuimos conquistados asumiendo un nuevo semblante; a manera de aquellas piezas e imágenes religiosas traídas por mar, un comportamiento que suele entrar en constante conflicto interno con el ímpetu que desarrollará más tarde nuestra alma republicana.

Así fuimos desarrollando nuestras ciudades, con una capital migratoria y con base en una arquitectura de raíces religiosas, moldeadas según la geografía que nos rodea y con los materiales que ésta brindase, de volúmenes esenciales, según dicta la austeridad franciscana y con espacios diseñados acorde a nuestra temperatura, levantamos entonces las estructuras en la cuadricula, siguiendo la fórmula de los conquistadores, así poco a poco surgió nuestra época colonial.

Nuestras recién creadas ciudades debieron superar más tarde la devastación de la naturaleza y de las guerras independentistas, y en medio de todo este proceso fuimos desarrollando nuestro ingenuo pero bello arte popular, enmarcado en el fervor religioso y con notas de mestizaje, santos y vírgenes nos empiezan a parecer familiares y ahora presentes en nuestros hogares nos dan la sensación de protección.

Durante el desarrollo de esta época colonial, en mi opinión; el desarrollo de nuestra identidad cultural se vio entorpecido principalmente por dos factores: el primero corresponde a un factor económico, ya que la falta de materiales como metales preciosos nos convirtió en una capitanía pobre, en comparación con nuestros virreinatos vecinos, y el segundo corresponde a un factor social, debido a las prohibiciones de la Iglesia Católica, quien nos obligó a evitar adoptar leyendas de nuestra tierra en fusión con las nuevas creencias y a corregir varias obras; esto enmarcado además en el factor geográfico del aislamiento y déficit de buenas vías de comunicación.

Sin embargo  y a pesar de estos factores, podemos observar bellísimas piezas de arte y construcción que aún se conservan de nuestra época colonial, podemos sonreír al transitar por un patio lleno de columnas que parecen estar embarazadas, como si fuesen a dar a luz haciendo crecer aún más el espacio que les rodea, me hacen pensar que a pesar de no haber abrazado lo autóctono siempre encontramos por donde colar algo de expresión con nuestro sello particular, saltando por encima de la opresión limitativa de las reglas constructivas del momento.

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Creo que con las limitaciones impuestas por la iglesia católica se frenaron muchas expresiones artísticas, que de seguro habrían sido muy interesantes, llenas de mezclas maravillosas, entre lo nuevo y lo conocido, llenas de color, expresiones que ahora jamás podremos conocer, porque aunque evidentemente esta fusión si se llevó a cabo más adelante, opino que pudo ser más fructífera.

Nos queda ahora en el interior y como herencia de la colonia nuestra alta devoción mariana, la cual profundiza en el desarrollo de una sociedad matriarcal en constante lucha con el machismo, me hace pensar como es natural de  una caraqueña, que a pesar de lo difícil que sea la época que nos toque vivir y mientras luchamos de nuevo por nuestra libertad, que podemos contar con la protección de Nuestra Señora de Caracas, aunque ya no tengamos los techos rojos y en el peor de los casos con la divina intersección de Nuestra Señora de La Luz, para ser rescatados del purgatorio, a pesar del escándalo que la iglesia católica pueda sufrir.

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