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Poema «La Caraqueña», por Carlos Spitia

Poema «La Caraqueña», por Carlos Spitia

caracas Lecturas en el metro desde la bandera hasta donde me lleves, con hip hop en vivo y buhoneros que cepillan el aliento con halls baratos. Acá estás tú, Caraqueña, pincelando tus uñas en mi nuca, narrando cuentos con atmósfera de vagón.

Meditando en tu caos, papelón con cocuy vacilando tus cantos, contemplando tus túneles y mirada descubierta, alma perforada y enaltecida, como poesía con choripanes y arepa frita en la vega. Salsita para pernoctar en un globo que nos dé un empujoncito a tu Waraira pulmonar, neblina de magia y dulces hechos por tus manos de musa bajo una llovizna en Chacao.

Las autopistas segmentan tu piel, marcando con arbitrariedad los limites de mis caricias y el inicio del juego prohibido. Las distancias cortas, los caminos largos; García Márquez tenía razón sobre tus pasos, como una sonrisa corta y profunda.

Tus luces atardecen en la plaza de los museos, respiro los caobos y el eje entre tus tetas de coctel ecléctico, tu olor más puro elevándome hasta las torres de parque central. Te veo completa en todas tus posturas, dando un baile con acentico vale, desde los cerros hasta las lomas con racionalidad estética e irreverente expresión oestética, majestuosa anatomía, caraqueña mía.

El guiso de tus caderas, criolléz indeleble, boceteando su identidad en la subversión de normas, desafiando tendencias con un cinturón colorido de petare, infinito de detalles, bordado de cuentos y sueños en la periferia de lo desigual.

Tus nalgas de drogadicción cultural, grabándose en mi psiquis con la percusión de tu cabello enrulado sobre tu espalda desnuda. Las cornetas de tus risas y exclamaciones compartiendo la onda del sonido con los acordes de guitarra de Fernando Mosquera en sabana grande.

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Motor en tus pies, como patines cronometrados, dejando estelas cromosaturadas que dejan a la imaginación el Cruz Diez que llevas en el aura.

El color de Ravelo en fuga y tu cuerpo con brocha, revelándose en el parque Miranda, deleitando con tu silueta, levantando miradas, dando vuelo al ánimo de los niños alumbrados por el cinetismo de tu piel; dispuestos todos los que pasan, a congelar un instante contigo.

Tu mano empalmando la mía, visitando la cuna del libertador con un poemario en el bolsillo de tus shorts. Tu voz tibia me lee los sueños caminando desde la esquina de gradillas hasta el calvario, susurrándome piropos durante todo el regreso hasta capitolio. Me acaricia la fibra tu historia en el panteón y los ritmos circundados en el ombligo de tu cuerpo, destino de los secretos de mi boca y tu silencio, que me transmite voces al besar el tatuaje de las torrecitas en la penumbra de tu pubis.

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