Caracas en un cuento
El género breve siempre ha tenido un importante peso en literatura. Aunque arriesgado, no sería incorrecto afirmar que el interés del público por leer cuentos nunca se acaba. Desde Las mil y una noches, pasando por el Decamerón hasta llegar a los que conocemos hoy en día, siempre existirá en nosotros la fascinación por leer un cuento, y es que así como un cuento puede ser la vida misma, breve, a veces circular, fantástica y con historias magníficas e irrepetibles. Explorar las formas en las que los escritores representan a Caracas en un cuento es una experiencia de lectura que, dependiendo de la época y los autores que se investigan, puede llegar a ser bastante interesante y entretenida.
Uno de los rasgos que caracteriza a la narrativa contemporánea es la temática urbana, trabajada desde la ironía, la crítica social pero también con toques de fantasía y el tan nombrado realismo mágico. La referencialidad con el espacio urbano y su mitificación es un punto a destacar entre los noveles escritores venezolanos, particularmente en la prosa narrativa.
El escritor e ilustrador Lucas García Paris ambientó uno de sus cuentos del libro Payback (2009), en el característico edificio de la ciudad de Caracas, Parque Central. En medio de una atmósfera de confusión, misterio y finalmente, un toque de comedia con referencias cinematográficas García escribe un divertido cuento en el que la situación de Sandoval, al principio preocupante se vuelve casi caricaturesca. Con un toque fantástico sin rayar en lo absurdo, desde el principio la historia de Sandoval intriga al lector hasta el final con la posibilidad de descubrir el misterio alrededor de estos particulares “héroes” en Parque Central y la particular imagen de Caracas en un cuento.
Cuento “Nocturno” en Payback (Puntocero, 2009), de Lucas García
— Me refiero a esto, vale, a Parque Central.
— ¿Parque Central, licenciado? ¿Qué cosa más rara puede pasar en Parque Central? Usted sabe que yo tengo años aquí. Esto es un zoológico.
— No me lo digas. Tu sabes que soy un tipo ecuánime, que me mantengo calmado, pero es que últimamente…
— ¿Últimamente qué, licenciado?
— Si te lo cuento vas a creer que estoy loco… Pero es que tengo que contárselo a alguien
— Me esta preocupando, licenciado. Parece que hubiera visto a un fantasma.
Sandoval termina la bebida. Sin esperar a que se lo pidan Soler confecciona un nuevo trago y lo deposita enfrente, con parquedad zen. Es la ceremonia del té pero con Seagram. Sandoval admira el whisky otra vez, el brillo ambarino, los lentos reflejos dorados.
— Mira la hora — dice —. Ya debería estar en la casa. Tú sabes que yo vivo aquí, ¿no?, en el Catuche. Solo tengo que subir por el ascensor y me meto en la casa. ¿Cuánto puedo tardar desde este bar? ¿Cinco minutos, diez? Una nimiedad. Pero no lo hago. Sigo aquí, Soler, ¿y sabes por qué sigo aquí? Porque me da pánico caminar por allá afuera. Pánico. Están pasando cosas…
La atmósfera algo lúgubre de Parque Central ha servido para crear una gran cantidad de mitos a su alrededor y esta vez sirvió para ambientar esta historia de fantasía, humor y absurdo que comienza con el relato asustado de Sandoval al aparentemente incrédulo Soler, pero al final del cuento se descubre que la realidad es más insólita de lo que parece. ¿Quieres leer completo este cuento? ¿Conoces algún otro cuento que transcurra en Caracas?