Adiós con honores a Francisco Massiani
El lunes 1 de abril falleció Francisco Massiani en Caracas, su ciudad natal, a los 75 años de edad. Autor de Piedra de Mar (1968), novela canónica de la literatura venezolana, y cuentos inolvidables como “Un regalo Para Julia” (1991). También escribió los poemarios Antología (2006), Señor de la ternura (2007) y Corsarios (2011) y los libros de cuentos El llanero solitario tiene la cabeza pelada como un cepillo de dientes (1975) y Florencio y los pajaritos de Angelina, su mujer (2006).
Francisco Massiani logró calar en el imaginario de varias generaciones de escritores venezolanos, con una obra que ha acompañado todo este tiempo a quienes aspiramos siempre vivir para escribir, y es precisamente ese uno de los planteamientos que rodean a Piedra de Mar, una novela que la crítica señala como “de formación” adecuadamente, quizá en más sentidos de los que se pretende al colocarla también de forma merecida dentro de las lecturas escolares básicas. Una novela de menos de 200 páginas que logra plantear las dudas elementales, los procesos básicos a los que se enfrenta un escritor en ciernes, un escritor, que no sabe cómo, pero sabe que lo es, porque oye, actúa, camina y habla sin dejar de estar sentado frente a la máquina de escribir. Nada de voces aladas ni espíritus divinos, Corcho no es más que un hombre cualquiera con la voluntad de escribir, y de escribir algo que es real, o que podría serlo.
Su obra se distingue por esa cercanía con la dimensión psicológica de los personajes a través de la voz narrativa de un joven escritor en Caracas. Piedra de Mar a invita a un juego dinámico con el espacio. Corcho, Carolina, Marcos, todos ellos representan caracteres que van más allá de la juventud de una época, y se mueven en una Caracas en la que todo era posible, y cualquier encuentro era potencialmente una aventura por la ciudad.
El desenfado, la errancia y la temeridad de Corcho se asocia con un espíritu esencialmente juvenil, ese que eventualmente abandona el carácter de la mayoría de las personas con el paso del tiempo. No fue así para Massiani, quien en vida fue la representación de ese aire juguetón y pueril, de ese dinamismo al hablar que solo un gran narrador es capaz de llevar más allá del discurso escrito. Quienes lo conocimos en persona y a través de las letras esperamos que, a dónde sea que vaya, alguien lo reciba con café, cigarros y una piedrita blanca que tenía guardada desde el día que fue a la playa.
Todos lamentamos su pérdida y reconocemos el enorme valor de su obra para la literatura venezolana. Pero, personalmente, no puedo sino agradecer por el tiempo de vida que Francisco Massiani dedicó a escribir las novelas, cuentos y poemas que fueron parte de mi formación inicial como lectora y aún hoy están dentro de mis amuletos, de libros que, como talismanes, cargo en mi maletín simbólico de escritora en formación.