Miyó Vestrini: La poeta venerada y casi mítica
Articulista, copywriter e instructora de yoga en formación.
Caracas arropó a Miyó Vestrini como suele hacerlo con los jóvenes universitarios que andan en esa búsqueda del sentido de la vida. Una que los forma a partir de las aulas de clase, las conversas en los pasillos de la Universidad Central y algunas tertulias en bares de Chacao. Parece ella estar tan distante de esa realidad tan cotidiana, nihilista y bohemia de la ciudad, pero así fueron sus inicios en la intelectualidad.
Miyó Vestrini nació en Francia y emigró a Venezuela siendo una niña junto a su madre, su segundo esposo (que no era su padre biológico) y su hermana mayor. Fue poeta, periodista, guionista y narradora.
Su antología
Un gran amigo mío un día me regaló su antología poética con la esperanza de que la leyera y la disfrutara tanto como él. Tenía en las manos esa edición de Monte Ávila Editores Latinoamericana con cubierta vinotinto; la conservo hoy como un tesoro con algunas notas verdes que ni me atrevo a tocar por respeto a la intención de quien las puso allí.
POCA COSA EN VERDAD
No es muy largo lo que debo decirte:
Poema del libro Todos los poemas (1994)
tiemblo cuando hablo de ello.
Poca cosa,
en verdad.
Leerla significa enfrentarse a unos escenarios en los que no existe el momento para decir «lo siento». La desnudez de la vida en versos es lo que aguarda ahí latente en la poesía de Miyó Vestrini. Es cruda, confrontadora, directa e irónica. Una vocera de la muerte (como muchas tantas otras poetas latinoamericanas).
No en vano
he sido tan cruel,
no en vano
deseo
cada tarde,
que la muerte sea simple y limpia
como un trago de anís caliente
o una palmada cuyo eco se pierde en el monte.
A veces, encuentras a una Miyó Vestrini despiadada que critica a una sociedad envuelta por contradicciones, injusticias y desigualdades.
El primer poemario que leí en el libro que mencioné más arriba fue Las historias de Giovanna (1971). Y precisamente, lo primero que me impactó fue su carácter, que asocié con una voz masculina. Sentí que estaba leyendo a un hombre. Con esto no quiero decir que las poetas lleven una voz débil, pero asumo (por lo que ella misma ha expresado) que eran sus textos una forma de romper -incluso- con esas distinciones que hacen a un texto poético característico de una voz lírica femenina o masculina.
Toda la noche, Giovanna le ha sostenido la cabeza esperando que concluya su delirio. Giovanna, semidesnuda, muerta de risa, impregnada de un perfume oscuro y dulce. Giovanna que le habla entre dientes y mira de reojo la hora. Giovanna, despeinada, con el brazo entumecido a fuerza de aguantarlo contra el diván.
Las historias de Giovanna (1971)
La vida de Miyó Vestrini está también en su obra. Su origen francés se mezcló con una venezolanidad que adoptó cuando se mudó en su infancia: «Tuve que leer a Rimbaud y Andrés Eloy».
Ella, para muchos -incluyéndome- marcó un hito en la poesía venezolana. Tanto así, que se usa como referencia a la hora de comparar actualmente a una grande de la literatura latinoamericana. Es, sin duda, por su historia y su final, nuestra poeta venerada y casi mítica.