Reynaldo Hahn, un músico caraqueño en París
Aunque nació en Caracas, Reynaldo Hahn vivió casi toda su vida en París, donde figuró como uno de los músicos más talentosos y célebres de la Francia de finales del siglo XIX e inicios del XX. Llegó incluso a ser considerado “el más parisién de los parisienses”. Asimismo, entre sus muchas amistades destacó uno de los mayores escritores de todos los tiempos.
Viaje sin retorno
Reynaldo Hahn Echenagucia nació en la parroquia caraqueña de Altagracia el 9 de agosto de 1874 y fue el último de doce hermanos. Su padre, Carl Hahn, era un ingeniero originario de Hamburgo y de ascendencia judía, aunque convertido al catolicismo. Su madre, María Elena Echenagucia, había nacido en Curazao y tenía ascendencia vasca.
El futuro músico pertenecía a una familia acomodada y de gran sensibilidad artística, pues su padre había amasado una gran fortuna a través de comercio. Era un hombre culto y melómano y participó en la construcción del desaparecido Teatro Caracas, en cuyo escenario sonó por primera vez la célebre “Alma llanera” en 1914. Igualmente, era aficionado a la botánica y, según el historiador José Antonio Calcaño, convirtió su casa “El Paraíso”, ubicada en Cotiza, en uno de los jardines más bellos de la ciudad.
En 1878, cuando Reynaldo tenía apenas cuatro años, sus padres decidieron mudarse a Francia y establecerse en París. El muchacho jamás volvería a la ciudad que lo vio nacer. Asimismo, no adquiriría la nacionalidad francesa hasta 1909, cuando ya contaba 35 años.
Brillo en París
La temprana vocación musical de Reynaldo lo llevó a ingresar al prestigioso Conservatorio de París cuando tenía 10 años. En dicha institución tuvo entre sus maestros al gran compositor Jules Massenet, entre cuyas piezas más famosas destaca el solo para violín “Meditación”, incluido en su ópera “Thais” (1894).
También fue profesor del caraqueño otro gran músico, Charles Gounod, autor, entre muchas otras obras, de la divertida “Marcha fúnebre por una marioneta» (1872), popularizada por Alfred Hitchcock en el siglo XX.
Cuando todavía estaba en el Conservatorio, Hahn empezó a destacar como niño prodigio en los principales salones aristocráticos de París, donde se codeaba con escritores e intelectuales y se lucía tocando el piano, siempre con un cigarro en la boca, y en ocasiones también cantando con su voz de barítono.
Fue en estos espacios donde Reynaldo Hahn interpretó buena parte de sus “chansons” o “canciones” para voz y piano, género en el que alcanzó gran maestría y popularidad y por el que es más conocido. Compuso la primera de ellas, “Si mis versos tuvieran alas” (basada en un poema de Víctor Hugo) cuando apenas tenía catorce años.
También son célebres sus siete “Canciones grises”, a partir de poemas de Paul Verlaine, de quien se dice que lloró de emoción al escucharlas.
Igualmente destaca por su belleza “A Chloris”, inspirada en un poema del siglo XVII.
Una gran amistad
El 22 de mayo de 1894 Reynaldo Hahn, que entonces tenía 19 años y una fama consolidada como músico, conoció en el salón de la pintora e ilustradora Madeleine Lemaire a un dandy francés tres años mayor que él, también de ascendencia judía, asmático y con inquietudes literarias. Su nombre: Marcel Proust.
Ambos jóvenes congeniaron al instante. Fueron amantes durante dos años, grandes amigos durante el resto de sus vidas e intercambiaron un abundante epistolario. Asimismo, Hahn puso música a una serie de versos de Proust sobre pintores que luego integrarían su primer libro, “Los placeres y los días” (1896). En el siguiente video puede escuchar la melodía que acompaña el poema sobre pintor rococó Antoine Watteau.
Un biógrafo de Proust describe así a Reynaldo Hahn: “Tenía los ojos castaños, piel clara, tonalidad morena, facciones de severa belleza y lucía negro bigotillo”.
Décadas más tarde, Marcel Proust se embarcó en la escritura de su monumental ciclo de siete novelas “En busca del tiempo perdido”, una de las obras maestras de la literatura universal.
Entre los muchos otros amigos y colaboradores artísticos que tuvo Reynaldo Hahn a lo largo de su vida figuran grandes nombres de la talla de Sarah Bernhardt, Jean Cocteau, Alphonse Daudet, Stephane Mallarmé y Serguei Diaguilev.
Otros géneros
Además del centenar de “chansons” que compuso, Hahn incursionó en otros géneros musicales, entre ellos la ópera seria. Su primera obra al respecto fue “La isla del ensueño”, ambientada en Tahití, data de 1894, cuando tenía 20 años. También realizó una versión operística de “El mercader de Venecia”, de William Shakespeare, estrenada en 1935.
Ya en su madurez, Reynaldo Hahn se dedicó con gran éxito a la opereta u ópera ligera. Compuso doce piezas en este ámbito, entre las que sobresale “Ciboulette” (1923), sobre una humilde vendedora de frutas que triunfa y consigue el amor gracias a la música.
Más allá de su faceta de compositor, el caraqueño también destacó como intérprete, conferencista, crítico musical, autor de libros de música y viajes y director de orquesta, en especial de obras de Mozart.
Guerras y últimos años
Cuando estalló la Primera Guerra Mundial en 1914, Hahn se alistó voluntariamente en el ejército francés. En el frente siguió componiendo y dirigió una orquesta. Fue condecorado con la Legión de Honor por sus servicios al país.
La guerra concluyó en 1918 y en 1922 falleció de neumonía el gran amigo de Hahn, Marcel Proust, a la edad de 51 años. El séptimo y último volumen de su saga “En busca del tiempo perdido” no se publicaría hasta 1927.
Décadas más tarde estalló una nueva guerra mundial. Cuando los alemanes invadieron Francia y ocuparon París en 1940, llegaron a prohibir la música de Reynaldo Hahn por su ascendencia judía, pese a ser católico bautizado y confirmado. El venezolano abandonó entonces la capital francesa y pasó la mayor parte del resto de la guerra en Montecarlo, cuya orquesta dirigió.
Tras el fin del conflicto en 1945, Hahn fue distinguido con el cargo de director de la Ópera de París. Pero solo pudo ejercer esta responsabilidad por corto tiempo, ya que murió a causa de un tumor cerebral el 28 de enero de 1947 a la edad de 72 años.
Aunque se fue muy joven de Venezuela, Reynaldo Hahn nunca olvidó la lengua española y conservó algunos recuerdos de su país natal. El historiador José Antonio Calcaño refiere que cuando en cierta ocasión le preguntaron si se acordaba de Caracas, Hahn respondió: “Claro que sí. Todavía me veo sentado en un gran jardín, junto a una negra que me cuidaba. Veo también una calle, y en su extremo una gran plaza y la estatua de Bolívar”.
Por otra parte, según el escritor y musicólogo cubano Alejo Carpentier, Hahn decía a veces: “Debo decidirme algún día a hacer un viaje a Caracas”.
Sus restos descansan en el parisino cementerio del Pere Lachaise, en un panteón que lleva su apellido materno: Echenagucia.
En dicho camposanto también reposan grandes figuras del arte y la literatura como Moliére, Honoré de Balzac, Frederic Chopin, Oscar Wilde, Guillaume Apollinaire, Georges Meliés…y Marcel Proust.