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¿Por qué la hallaca es tradición de la Navidad venezolana bocado a bocado?

¿Por qué la hallaca es tradición de la Navidad venezolana bocado a bocado?

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Gracias a la transcripción del chef Luis Eduardo Ascanio presentamos esta crónica de la hallaca de Ramón David León publicada originalmente en su libro Geografía Gastronómica Venezolana y responde a la pregunta: ¿por qué en Venezuela la hallaca nos sabe a Navidad?

La hallaca es indiscutiblemente y por excelencia, nuestro gran plato nacional. Sus orígenes coloniales deben remontarse, en mayor o menor grado de parentesco, a la polenta y al pastel. Como ambos es una combinación culinaria complicada, heterogénea en los componentes. Más que confección alimenticia un lazo espiritual. Vincula íntimamente a los venezolanos más que cualquier otra tradición nativa. Tiene cierto parecido con el tamal mexicano, pero ganándole en superioridad, en gusto y en potencia nutritiva. En todas las regiones del país se le prepara más o menos de la misma manera, ya que las variantes en el relleno son escasas pero la fuerza explosiva es igual.

En Navidades, Año Nuevo o el día de los Reyes Magos, casa venezolana donde no se coman hallacas es casa venida a menos, más moralmente que materialmente. Venezolano que no sea adicto a ellas puede ser considerado prófugo de la nacionalidad. La hallaca es, entre nosotros, un símbolo de unificación. Cuando por cualquier circunstancia, estando en el exterior, se piensa en la patria, la hallaca es una de las primeras cosas que viene a la mente. Se la ha utilizado como reto político. La enfática frase “las hallacas nos las comeremos en Caracas en el próximo Diciembre” tiene curso histórico en Venezuela desde los azarosos días de la Guerra de Independencia. La usaban por turno patriotas y realistas según cual de los dos bandos estuviese afuera.

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La hallaca es, indiscutiblemente, el plato genuino nacional, nuestro plato típico. Por eso mismo, por su singular significado en la vida colectiva, por su intrínseco prestigio tradicional, lo lógico sería imprimirle a su prestancia unificadora el poder expansivo de convivencia nacionalista que debiera totalmente poseer. Se trata tan solo de que en vez de ser gustada por una mayoría en el recinto criollo y suspirada por otros lejos de la Patria, para sosiego y prosperidad de esta, la saboreáramos todos los venezolanos en torno a la mesa común de un cordial entendimiento.

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