Una vueltica por Caracas
Con esos locos cambios de clima que pasan con frecuencia en nuestra ciudad, al ratico de un solazo y calor pegajoso, mientras caminábamos en esas aceras de la avenida San Martín, mi amigo “El Danto” y yo. Cuando cruzamos la calle y llegamos a la urbanización El Silencio fue la gloria. La temperatura bajó de inmediato algunos grados al entrar en esos amplios pasillos techados con comercios a un costado y la brisa fresquita que bajaba del Ávila. No era difícil interpretar esta maravilla de diseño del Arqº Carlos Raul Villanueva como una bendición para los peatones que transitábamos por esos bloques de viviendas amplias y bien pensadas en total armonía con la realidad de una Caracas que ya empezaba a estallar con el gentío que llegaba a ella para quedarse por siempre.
Subimos al apartamento del tío de mi amigo y noté que a un lado estaba el área privada de habitaciones y baño, al otro lado la social con su salón y comedor y al fondo está el área de servicio, con la cocina y el fregadero. Allí mismo hay unas ventanas que dan al patio interno del bloque, donde se encuentra el jardín de infantes y un sector de grama, árboles y toboganes, columpios y demás aparatos infantiles. En pocas palabras noté que el ama de casa al realizar sus labores domésticas, podía vigilar las actividades que hacían sus hijos, al mismo tiempo que disfrutaba del verdor de estos pequeños espacios de naturaleza. ¡Que genio y que sentido común de estos arquitectos!
Después del rico jugo de naranja con zanahoria que nos brindó la tía del Danto, seguimos nuestro camino y fuimos a buscar a Perucho en la urbanización San Agustín del norte, bastante cerca de El Silencio. Agarramos por la avenida Lecuna y enfilamos hacia el este, luego de pasar frente a esa maravilla que es el fabuloso Nuevo Circo de Caracas, un sitio de fachada al estilo moruno, donde se hacían corridas de toro y otros espectáculos importantes, continuamos un par de cuadras y bajamos unos metros hasta las esquinas de Arismendi a Pichincha, donde vivía mi “llave” (antes se le decía así a los grandes amigos que ahora les dicen “panas”).
Las cómodas casas de San Agustín del norte, formaban parte un sector diseñado para la clase media de la época en los años 20 por el urbanista Juan Bernardo Arismendi y
tenía entonces muchas casas de diferentes diseños, muchas de ellas con el mismo estilo moruno árabe que vimos en la fachada de la Plaza de toros Nuevo Circo. Esa zona fue bien dotada de servicios básicos, como acueducto, cloacas y electricidad, y vendida a familias caraqueñas.
Limita al sur con los primeros barrios inventariados en Caracas, La Charneca, Hornos de Cal y La Yerbera, hacia esos lados no era bueno meterse porque sus pobladores eran gente muy recia, ruda que desconfiaba de los extraños. De hecho en la década de los 50s en nuestra joven e ingenua tv, aparecía un personaje guapetón y mal hablado, llamado Julián Pacheco, que se jactaba de ser un macho de La Charneca. Así que mejor no cruzamos para allá abajo; “porsia”. Por cierto, fue también en San Agustín donde en 1952 se fundó el primer canal de televisión en Venezuela, el canal 5. Se llamaba Televisora Nacional, era del Estado y de carácter cultural y recreativo. Existió hasta 1980.
En fin, San Agustín tiene un pocotón de historias, cuentos y leyendas. En 1944 Rómulo Betancourt fue electo Concejal de esa parroquia y en 1952 la temida Seguridad Nacional, cuerpo político de represión del dictador Gral Marcos Pérez Jiménez, asesinó en una de sus calles al líder clandestino de Acción Democrática, Leonardo Ruiz Pineda.
Fueron otros tiempos, diferentes circunstancias, aunque sean las mismas fachadas que ahora vemos y que desde sus ventanas nos ven caminar en aquellos años con una tranquilidad que ya no es frecuente en la ciudad de hoy. En aquel entonces jugábamos hasta beisbol con pelotica de goma en sus calles y solo lo interrumpíamos por algún carro que pasaba.
¡Que Caracas aquella, la de mis tiempos!