Las Crónicas de Rafael Greco: «Érase una vez»
Economista (1987). Blogger desde el 2000. Beer enthusiast. Music lover.
En esta oportunidad Rafael Greco narra el proceso que llevó el tema «Érase una vez (Once upon a time)» de su álbum «Dice que Vive (Signs of Life)»:
Seis de la mañana. Apago a Stanley Turrentine en mi teléfono. Una ducha breve, me visto para encontrarme con Mozart en el lobby del Princess Garden. Me espera Ornette, quizá Archie Shepp para el café y el desayuno en Choco Cro. Cruzo a la estación de Meguro. Contemplo inútilmente el mapa del metro por varios minutos; ya era costumbre elegir al azar mi destino, soltar a las mareas el soplo comprimido que anima mi cuerpo. El anuncio de la voz del vagón me lanza al oleaje bajo los cielos desnudos. En el esplendor de Tokio, pienso en una historia breve, muy breve con muchos personajes. Llega una melodía con retazos de letra para un posible coro, lo grabo en el móvil y continúa mi navegación.
El aeropuerto de Nueva York ahora parece un asco, sigo a Caracas para un concierto con Dudamel, sin dormir, sin la seguridad que otorga el reposo. Una gira posterior y finalmente una neumonía severa en Santiago. Hice fotografías y descansé en el abrazo de la familia. La idea de la canción de Tokio me atormentaba.
Regresé solo a Caracas, solté las maletas, un poco de agua y me senté al piano.
Revisé la nota de voz, pude completar algunas palabras.
Al día siguiente llegó la historia: “no le cuentes a nadie tus planes antes de realizarlos”.
Establecí la medida del verso; noté que necesitaría más espacio; ¿un puente?
Papel y lápiz para la lista:
1.Diana.
2.Yo.
3.Un dragón
.4.El Mendigo-Rana.
5.Un Guardia.
6.Un Ogro.
Varias veces, a risotadas, recordé el capítulo de Sam Bigotes con su dragón y Bugs Bunny. Charlie Palmieri es, sin duda, el fundamento de esta pieza.
Llega finalmente la canción, luego de varios giros, de dudas, restando, más que añadiendo letra.
Luisito Quintero graba toda la percusión en New Jersey. Roberto Quintero añade un cumaco en la sección final.
En Caracas, Rodner Padilla aporta un bajo eléctrico magistral y en Boston, Santiago Bosh hace el solo de Rhodes.
Ver tambiénDejé las voces de la maqueta.
El color de la tonalidad fijaba la introducción, no podía bajarla, perdería el encanto.
Otra canción que me queda alta.
Por los estudios que hacía sobre la reiteración, decidí alargar posteriormente la introducción. Improvisé la percusión y orquesté con sintetizadores.
Santiago me ayudó con algunas texturas en el Expander y le pedí que grabara líneas con el mismo sonido que había usado en el final.
Con Juan Carlos Salas ensamblé las partes.
Después de escuchar la mezcla que hizo Germán Landaeta, supe que esta canción abriría el disco.
Érase una vez, para todas la veces.
Texto: Rafael Greco T. – @inseptosinectos