La Virgen de Betania está de cumpleaños
El viernes, 25 de marzo de 2022, con el fin de homenajear a la Virgen bajo una de las advocaciones más queridas por los venezolanos, la Virgen Reconciliadora de los Pueblos, mejor conocida como Virgen de Betania, se tiene previsto llevar a cabo un retiro a cargo del P. Enrique Yanes y una Misa solemne presidida por Mons. Freddy Fuenmayor, y acompañada de varios sacerdotes, actividad que se desarrollará de 8:00 a.m. a 3:00 p.m. en el Santuario de Betania, ubicado entre Cúa y San Casimiro en el Edo. Miranda.
La Virgen de Betania se apareció por primera vez en territorio venezolano, en esta finca llamada Betania, hoy Santuario Mariano Diocesano Virgen Reconciliadora de los Pueblos, el 25 de marzo de 1976 a la Sra. María Esperanza Medrano de Bianchini, hoy sierva de Dios.
En relación con la vidente y mensajera de la Virgen Reconciliadora de los Pueblos
María Esperanza estaba al borde de la muerte cuando la Virgen se le presentó, diciéndole que ella era su Madre celestial, y que venía a aliviarla y consolarla en la agonía que le producía su enfermedad. Entonces, la Virgen María le habló acerca de la misión de su vida, exhortándola: “Ayúdame a salvar este mundo que se pierde.” La idea de hacerle un encargo de tales proporciones a una persona enferma, postrada en una cama y con solo doce años de edad desafía toda comprensión, sin embargo, con el tiempo, la autenticidad de esta invitación sería verificada.
La primera aparición
Posteriormente, en 1940, nuestro Señor y la Santísima Virgen visitaron a la joven, y le confiaron que algún día iba a obtener un terreno donde la Virgen se aparecería, y que este lugar se convertiría en el centro de una gran misión. En 1974, los esposos Bianchini compraron la Finca Betania y pronto se dieron cuenta que coincidía con las indicaciones de la Virgen. Dos años más tarde, el 25 de marzo de 1976, solemnidad de la Anunciación a María, la Santísima Virgen se le apareció a la sierva de Dios María Esperanza como “María, Virgen y Madre, Reconciliadora de Todos los Pueblos y Naciones”, ochenta amigos que la acompañaban no pudieron verla, pero sí percibieron algunos fenómenos luminosos, tales como: colores y movimientos giratorios del sol. La gente comenzó a visitar el sitio por considerarlo un santuario religioso, lentamente el trabajo para darle gloria a Dios en Finca Betania iba en aumento, pero el gran momento aún no había llegado.
El 25 de marzo de 1984 aproximadamente 150 personas vieron a la Virgen
Cerca de 150 personas se encontraban con la sierva de Dios en Betania el domingo, 25 de marzo de 1984. El grupo participó de la Santa Misa celebrada por el P. Juan Augusto Laborem y luego todos se ubicaron en distintos lugares para comer. Un grupo de niños estaba jugando en la explanada, donde se encuentra la gruta, y sorpresivamente vieron aparecer sobre ella y detrás de la misma a la Santísima Virgen. Se apresuraron todos hacia el sitio de la aparición. Estaban allí comentando lo que había sucedido, cuando nuevamente apareció la Virgen pudiendo ser vista por todos los presentes. Durante esa tarde tuvieron lugar siete apariciones que duraban de 5 a 10 minutos, menos la última, ya al atardecer, que tuvo una duración de aproximadamente media hora.
Aprobación eclesiástica
El mes de noviembre de 1987 fue decisivo para Betania. Desde el 25 de marzo de 1984, Mons. Pío Bello Ricardo, obispo de la diócesis de Los Teques para entonces, había estado estudiando rigurosamente los sucesos acaecidos en Finca Betania, por lo que el día 21 de noviembre de 1987, día de la presentación de la Virgen María en el Templo, dio a conocer su decisión en la forma de una Carta Pastoral, declarando que las apariciones de la Santísima Virgen en Finca Betania eran auténticas, de carácter sobrenatural y origen divino. A través de la voz de Mons. Bello, la Iglesia declaró oficialmente que la Virgen María realmente había visitado Betania, y su decisión también estableció al sitio como lugar sagrado y meta de peregrinación, oración y culto, donde podía realizarse la celebración de la Santa Misa y la Confesión. Esta proclamación cayó en la mitad del Año Mariano de 1987-1988 declarado por san Juan Pablo II.