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Historias Chicas de Caracas: «Sabana Grande» por Don Eliseo

Historias Chicas de Caracas: «Sabana Grande» por Don Eliseo

 Gran Cafe en los 70sUn guayoyo que no sea guarapo, esa es la medida exacta para un buen café a mi gusto. Si no, queda muy cerrero o se vuelve solo un agua turbia y sin sabor. Ya lo voy a colar a la antigua para poder contarles el tema que escogí.

Ya me fui por las ramas y lo que quiero contarles se trata de Sabana Grande, o avenida Abraham Lincoln, que era su nombre oficial (aunque nadie lo usó nunca). Bueno, en aquellos años los carros circulaban libremente por esa avenida de este a oeste, hasta llegar a la Gran Avenida, que no era más que una continuación de esa misma vía.  Siempre Sabana Grande fue como un larguísimo centro comercial, lleno de las mas visitadas tiendas y cuatro grandes cines de primera categoría; El Broadway, Río, Radio City y el Acacias. Esas edificaciones todavía existen, pero ya ninguna cumple esa función, lo cual es una lástima ya que es entretenimiento barato para toda la gente de la ciudad.

Sabana Grande siempre tuvo una magia muy especial, una especie de encanto para la gente de todo tipo. Los compradores de cualquier mercancía, encontraban allí la mayor variedad. Entre las tiendas famosas estaban las dedicadas a ropa para damas, Selemar, Tropicana, Sabrina y otras para caballeros, Wilco, Vogue, Premier Etage; de calzados, Tony, Rex, Willian Shoes, Lucas, Hush Puppies, Super; prestigiosas librerías como Suma y Cruz del Sur, jugueterías, piñatas, deportes, panaderías como la 900, con sus magníficos golfeados; ventas de carros; ninguna mas prestigiosa que la única concesionaria de Rolls Royce;  artefactos para el hogar (ahora son electrodomésticos), lámparas, restaurantes; La Vesubiana y sus ricas pizzas, la mejor pasta en Da Guido,  y cafés; hay que destacar el Gran Café, hito en la historia de la zona, donde se reunían intelectuales, bohemios, políticos, pintores, poetas y demás hierbas aromáticas; también había empresas de maquinarias pesadas (Caterpillar), joyerías de las mas exclusivas, porcelanas y cerámicas muy finas; en fin, de todo un poco y para todos los gustos.

Calle Real de Sabana Grande. 1956En época de carnavales era el parte del desfile oficial de carrozas y del deambular de miles de niños (orgullosos o humillados) enfundados en sus disfraces de Zorro, Superman, damas antañonas, bailarinas, vaqueros y muchos personajes de fantasía. Todos lanzando papelillos y serpentinas, mientras evitaban abrir la boca para no tragar un buche de papelillo. Por allí paseaban las parejitas de novios agarrados de la mano, mientras buscaban donde tomarse una merengada de fresa o una Orange Crush para quitarse la sed. Además de cientos de estudiantes universitarios y algunos liceístas, siempre apurados y con un bojote de libros bajo el brazo. Toda la avenida muy iluminada con sus faroles y cientos de anuncios e identificaciones de esa gran cantidad de tiendas en todos los colores, formas y estilos.

Recuerdo que no habían muchos policías, no hacían falta. Era todo muy tranquilo.

Cantantes callejeros, el hombre orquesta con un pocotón de instrumentos que hacía sonar simultáneamente sin perder el ritmo y la melodía, maromeros, flautistas, guitarristas y cuenta cuentos, un caricaturista que en 3 minutos te pintaba de manera fiel y jocosa por 5 Bs, otra era una que leía la palma de la mano o el tarot, el chin chin de los Hare Krishnas con sus mini platillitos en un son Hinduista con sus largas crinejitas, al tiempo que extendían la mano para pedir una colaboración. Era un mundo tan variado como nuestra Caracas, con aires cosmopolitas de modernidad y nostalgias de tradición casi extinguida.

Veíamos pasar los viejos caraqueños en sus trajes formales al lado de los adolescentes hippies, peludos y desarreglados en sandalias y una cinta en la frente, damas elegantes de vanidad mantuana que se cruzaban con mujeres profesionales o trabajadoras, apurando el paso para evitar el piropo del obrero. Cada quien en lo suyo, cada uno con sueños y esperanzas enlazadas en proyectos de estudios, trabajos y acciones que los llevarán a un mejor futuro que estaban a su alcance con constancia y voluntad de progreso. Érase una país, había una vez una ciudad que se nos fue y sin embargo persiste con terquedad.

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Todos en esa búsqueda de superación personal y colectiva. Todos unidos en esta ciudad nuestra.

¡Que Caracas aquella, la de mis tiempos!

Don Eliseo

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