Historias Chicas de Caracas: «El Caracas vs Magallanes en los 60’s» por Don Eliseo
Era un domingo perfectamente soleado, menos mal, porque unas lluvias locas en estos meses de inicio de la temporada de béisbol habían amenazado con la suspensión de un par de juegos esta semana. En fin, eso no sucedería hoy.
Recogí mi cachucha magallanera que ya estaba curtida por el sol en muchos años de uso y abuso por tantos juegos en el Stadium Universitario de la UCV, me calcé unos zapatos bien cómodos y un bluejean que me regaló mi hermano. Me detuve a pensar, ¿algo mas? ¡Mas nada! y arranqué a buscar a Cesar, Miguel y Carlos; la pandilla especial para los mejores encuentros entre mi equipo, el Magallanes y los del opuesto, el Caracas.
La mitad, Cesar y Carlos eran de Los Leones, mientras que Miguel y yo siempre fieles a Los Navegantes. Ese año necesitábamos apoyo, ya que regresaba el Magallanes, luego de un tiempo en el que no participó en el campeonato, fue sustituido por el Oriente, del cual nadie quería acordarse, así que a continuar la vieja tradición de “los Turcos” que era como nos llamaban.
Llegamos a la parte desagradable los 4 amigos, esto era la larga cola para entrar y ubicarnos en asientos de buena vista al diamante, eso es entre el home y primera; aunque estaba lejos del mejor 3ª base de la época y campeón al bate; el gran Luís “Camaleón” García, de paso un gordo simpatiquísimo con sus aficionados.
Allí estaba la barra del Magallanes para vitorear el retorno del equipo a la liga. Este año llegan a 6 los participantes en la temporada, eran: Cardenales de Lara, Tigres de Aragua, Tiburones de La Guaira, Industriales de Valencia, Leones de Caracas y los maravillosos Navegantes del Magallanes al mando del mítico manager Sparky Anderson y en sus últimos partidos como short stop, otro gigante Alfonso “Chico” Carrasquel. Todos dispuestos a ganar el campeonato!
El menú fue el usual; perros calientes, pepsis para unos y polarcitas para otros, en medio de la gritadera, cantos, coros bien desafinados (como debe ser en estas situaciones) y algún desaforado con insultos a tal o cual jugador por errores al atrapar la pelota o al umpire por una decisión de strike fuera de lugar. Todo esto en un mar de risas y bochinche nada respetuoso y muy burlón con el contrario. Empujones para entrar a los mal perfumados baños atestados de bebedores de cerveza urgidos por tanto líquido en la vejiga y uno que otro tambaleante apoyado en las paredes intentando entrar o salir del tumulto.
Mientras compartíamos felices en nuestras sillas, por un momento pude apreciar aquel gentío apretujado en el estupendo estadio con todas las clases sociales entremezcladas, unos al lado de otros, banderines de los equipos ondeando amenazantes del próximo batazo, muchachas preciosas y barrigones espantosos, catiritos y mulatos, populacheros amenazantes y tipos de aparente cultura bailando al unísono con los estribillos de uno y otro bando, gente que carcajeaba la hazaña del jardinero derecho y otros que casi lloraban por la misma jugada. Ante un codazo de mi amigo, volví a ser partícipe en la algarabía bulliciosa, del zaperoco total y dejé mis observaciones para un tiempo mas oportuno. En el fondo me alegré de la “civilidad del evento deportivo que ponía a prueba por un ratico a una pequeña muestra de la extraordinaria gente que habita en Caracas. Y salimos triunfantes de esa prueba mas no del partido. Nos dieron tremenda paliza los caraquistas. Bueh; otra vez será y será en otra temporada, porque en esta quedamos con las tablas en la cabeza. ¡Solo ganamos 3 juegos y perdimos 14!
El año 1969 el Magallanes fue adquirido por un grupo de empresarios de Valencia y se cambiaron a esa ciudad para continuar la lucha por los sucesivos campeonatos, sobre todo contra los Leones del Caracas; los eternos rivales.
Vendrían años muy buenos para el Magallanes, otros no tanto, pero el juego sigue y como decía Yogui Berra “no se termina hasta que se acaba”. Seguimos jugando el deporte nacional y también recordando alguna enseñanza que aprendí viendo esa tarde dominical hace un pocotón de años en nuestra ciudad.
¡Que Caracas aquella, la de mis tiempos!
Don Eliseo
