Historias Chicas de Caracas: «El Terremoto del 67» por Don Eliseo
Era un sábado muy caluroso, a eso de las 6,30 pm , me duché para estar fresquito y presentable en la fiesta que teníamos esa noche en casa de mis amigos en Colinas de Santa Mónica, aunque antes debía recoger a mi primo que estaba en casa de su novia en Los Palos Grandes. De allí salimos en mi carro y tomamos la Autopista del Este (ahora Francisco Fajardo) en Altamira. Recién ingresamos a esa vía, a la altura de la fábrica de Cauchos General (donde está actualmente el CC Sambil), sentí como sí se hubiera espichado un caucho, o un extraño desnivel en el pavimento, luego pareció que fuera el otro caucho delantero y a los pocos segundos pasó esta sensación tan rara. Ningún otro carro demostró susto o alarma.
Seguimos rodando por la autopista y vimos mucha gente en la calle El Recreo, al lado del distribuidor el ciempiés y comentamos –Seguro es un suicida encaramado en el edificio y los morbosos se paran a ver el horroroso espectáculo. Mas adelante al salir de la autopista, observamos a algunas personas corriendo por la acera y, disminuyendo la velocidad, preguntamos a un pavito que sucedía. Nos respondió con los ojos pelados – ¡Es que tembló! Nos reímos un poco y comentamos que la gente era muy exagerada.
Al llegar a la casa de Santa Mónica, todos sus habitantes entraban y salían trayendo cobijas y abrigos, había una especie de histeria colectiva. Logramos tranquilizarlos y cuando entrábamos de nuevo, un nuevo sacudón y sordo ruido. Todos los ocupantes nos pasaron a empujones y corrieron despavoridos hacia la calle. Varios minutos mas tarde entré para hacer llamadas a mi casa y verificar que todos estuvieran bien; menos mal que así fue. Mi primo también llamó y en casa de su novia había pánico total. Se había ido la luz y gritaban entre sollozos que algunos edificios se habían derrumbado. ¡Era un terremoto!
Como algunos de nosotros éramos de los Scouts, resolvimos coordinar acciones inmediatas, uniformarnos con lo que pudimos conseguir en el momento y, luego de sopotocientas, llamadas arrancamos en dirección a Altamira, en un terreno baldío lateral a la Plaza del Obelisco (Donde ahora está ese monstruo de edificio que una vez se llamó Hotel Four Season). Allí en ese terreno, ya para la mañana siguiente, el ejercito se hizo presente e instaló una enorme carpa verde militar, pero del tamaño de un circo, para Primeros Auxilios, Distribución de alimentos y agua, Apoyo y Centro de Coordinación de Comunicación y Rescate.
Una vez que nos reunimos en ese lugar, solo los Scouts mayores de 14 ó 15 años, nos dividimos las labores, unos patrullando, otros en enfermería, otros en alimentos y medicinas, radio comunicaciones, transporte, entre muchas otras cosas que necesitaban nuestro apoyo.
Durante las siguientes 36 horas allí no había tiempo ni espacio para el descanso, llegaban y salían comisiones a los distintos sectores de Altamira y Los Palos Grandes y algunos lugares cercanos. Nos fuimos enterando entonces del tamaño de la tragedia en Mansión Charaima de Caraballeda, donde el derrumbe fue solo de los últimos 3 pisos, del edificio Mijagual en la 4ª avenida, donde nadie se salvó, al igual que en San José de la 1ª avenida; este parecía ser sólo arena y barro, no se veían cabillas ni grandes trozos de concreto. El edificio Palace Corbin en la avenida Ávila se le cayó solo la torre de atrás, que colindaba con la Estancia La Floresta, esto arrastró las escaleras y ascensores que unían ambas torres, aislando a los sobrevivientes en pisos superiores. El edificio Caroní en la misma avenida cayó ladeado trancando el paso vehicular. Allí se vio el primer milagro de varios de los que pudimos ser testigos directos o indirectos; una doméstica que se hallaba tendiendo ropa en la azotea, terminó desmayada con leves heridas en la acera de enfrente a las ruinas del edificio. Con vida y sin entender lo que había sucedido.
Mientras por las calles caminaban algunos llenos de angustia, otros buscaban a seres queridos y familiares con la esperanza de encontrarlos. Cada vez que se producía un encuentro las lágrimas de alegría y sonrisas nerviosas llenaban el espacio circundante.
Vimos enormes muestras de solidaridad de estas comunidades, de estos vecinos, también de los heroicos bomberos y valientes soldados que sin mayor experiencia en rescate y con poco equipo y herramientas para tan gigantesca labor. Médicos, enfermeros, ingenieros, sacerdotes, Scouts, amas de casa, gentes de otras latitudes se fundían en propósito de colaborar, de ayudar a cualquiera sin esperar nada a cambio; sólo ser parte de la solución. Lamentablemente también estuvo algún periodista sin sensibilidad ni respeto y unos pocos aprovechadores para el hurto y saqueo…
Hubo mucha tristeza y dolor, pero por encima de todo una población llena de buena intención y acción para resolver los efectos de esta enorme tragedia. Podría llenar páginas de los actos de gran valor y héroes anónimos que se destacaron para salvar vidas, yo diría que cientos o miles. Lo importante para concluir es que lo que destacó fueron las características del venezolano; su desprendimiento, generosidad, su solidaridad y los valores de una sociedad en una misma ciudad brillaron con auténtica luz propia.
¡Que Caracas aquella, la de mis tiempos!
Don Eliseo