Historias Chicas de Caracas: «Las Jugueterías que ya no Juegan» por Don Eliseo
La verdad es que me da mucha nostalgia el ponerme a conversar sobre aquellas jugueterías que encendían las miradas de los niños de entonces (hace un pocotón de años). Esas tiendas mágicas que despertaban emociones enormes y sacaban sonrisas de ilusión y a veces hasta ojos aguados de frustración ante lo inalcanzable.
Siempre que pasábamos frente a sus vitrinas nos quedábamos con narices y manos pegadas a los vidrios, soñando las mil y un fantasías a lograr cuando nos lo regalaran nuestros padres para el cumpleaños o “el Niño Jesús”, los Reyes Magos o la querida abuelita para la próxima navidad. Ese pujito expresando las súplicas aferradas al delantal de mamá, con el típico quejido de –Anda mami, anda, di que sí–, o con la tradicional cartica decembrina que, claro que incluía, la frase de “yo me porté muy bien este año”; todo formaba parte del preludio a la conquista del juguete deseado. Este podría ser, dependiendo de las posibilidades económicas del momento, unos soldaditos de plomo, un juego de mesa como Monopolio, Ludo o Damas Chinas, una zaranda con colores y zumbidos iluminados, también un balón de fútbol o pelota de béisbol con guante y todo, un camión de bomberos con luces y sirena, avioncitos para armar, un estuche de piezas metálicas Mekano para armar mil ideas locas y no podemos olvidar lo mejor en tecnología de la época, un carrito Schuco a control remoto por cable. Claro que lo máximo siempre fue un tren eléctrico Fleichman o Marklin, con vagones de carga, muchos rieles y desvíos de vía. Total, soñar no costaba nada…
Los palacios de esos sueños infantiles, por nombrar los mas emblemáticos, fueron: La Mina de Oro (Vaya nombre), el mas antiguo de todos. Quedaba entre las esquinas de San Jacinto y Gradillas, cerquita de la Plaza Bolívar, donde se vendían juguetes alemanes, españoles, y “americanos”, fue la mejor dotada desde los años 40´s y 50´s. Ir para esta, era un viaje fantástico!
Luego aparecieron muchas otras mas modernas y con juguetes a la moda, como la grandísima Juguetelandia en Campo Alegre, lamentablemente recién derrumbada a punta de tractores. Tenían de todo un poco, desde los “clásicos” hasta los electrónicos. Una pequeñita y muy especializada fue Hobby y Deportes, en una callecita transversal en Sabana Grande, allí los trenes eléctricos y avioncitos, carros y barcos para armar eran la clave del éxito. En la vieja Sears de Bello Monte encontrábamos muchos de los inventos “gringos” para que los niños nos divirtiéramos. Mas tarde apareció otra enorme, se llamaba Juguetería El Rosal, esa era para volverse loco de la cantidad y variedad que tenía.
Aquí viene la dosis de nostalgia. Ninguna de esas grandes villas del sueño de aquellos chamitos de hace tantos años, existen ahora. Todas desaparecieron en las sombras de una ciudad sencilla y tranquila que se volvió un zaperoco.
Cuando me tocó ser el ayudante del Niño Jesús no quedaba ni una de ellas. Es cierto que surgieron mil jugueterías, pero yo siento que en sus largos pasillos tipo supermercado, con estantes altísimos y luces incandescentes, con la frialdad de lo
¡Que rico era tocar y oler, “jurungar” el juguete soñado, preguntar al viejo juguetero como funcionaba, oír la sirena de la patrullita, ver las luces cambiantes del robot, sobarlo para volver a gozar el recuerdo de esa etapa maravillosa!s vendedores ante los niños, con el aviso de “No abrir” o “No tocar”, nos dejan a los padres, a los tíos y abuelos, a los reyes magos, padrinos y lo peor a los niños que seducen con comerciales por televisión, nos dejan, repito, en actitud de compradores puros y simples, sacando cuentas y midiendo el gasto.
¡Que Caracas aquella, la de mis tiempos!
DON ELISEO