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Historias Chicas de Caracas: KNOCHE 

Historias Chicas de Caracas: KNOCHE 

¡Cónchale vale! Vamos a ver como te cuento esta historia verídica sin que parezca embuste.

En 1950 y pico empezaron a correr rumores de un lugar “embrujado” allá arriba en El Ávila, mucho más lejos que Boca de Tigre. Eran unas ruinas de la casa de un científico alemán, médico él, que había descubierto formulas mágicas para momificar cadáveres; se llamaba Knoche y los lugareños lo llamaban “Canoche”. También se decía que había morocotas enterradas en el sitio.

Esto nos dio tanta curiosidad que nos pusimos a organizar una visita a ver que existía allá en realidad. Éramos 3 vecinos de Catia y un amigo de San Juan. Cuadramos la vitualla, los abrigos, unas cobijas, unas carteritas de ron y a caminar bastante.

Llegamos a Cotiza y arrancamos a subir a El Ávila en medio de risas y buen ánimo. El cielo encapotado ayudó aquella fresca mañana en la fuerte pendiente, ya cerca del mediodía nos paramos a tomar un “Tente en pie” y algo de agua fresquita de una quebrada que pasamos, descansamos un cuarto de hora bajo la sombra de unas matas de bucares floridos; sabroso el fresquito que sentimos! Pero, ¡Arriba! A continuar la subida que falta bastante. A buen paso llegamos a un caserío con una taguara donde nos indicaron con miradas de desconfianza la ruta a seguir. Ya no había subidas fuertes, la vereda pantanosa descendía en medio de canjilones y vegetación cada vez mas tupida. Estábamos en la cara norte del cerro, la que da hacia La Guaira.

 El silencio de este sector nos llamó la atención, ni los pajaritos cantaban. El Aire se torno pesado y como pegajoso por la alta humedad, las bromas entre nosotros dejaron de salir fácilmente. Toño, el mayor del grupo, se acercó a Polo, el que vivía en San Juan, le dio un manotazo amistoso en el morralito que llevaba y le dijo – Se siente al maligno por estos lados, ¿Por qué no echas una rezadita tú que eres medio cura? Polo sin voltear le contestó –Hace ratico empecé, no te preocupes… El intento de chiste no tuvo mayor comentario que el jadeo grupal ante la dificultad del caminar en el barro.

Un rato mas tarde, otro añadió – En la bodeguita me dijeron que este sitio se llama Buena Vista, no Canoche.

Al llegar nos sorprendió la momia de un perro con los dientes pelados y los ojos vacíos. Ya nadie reía… Mas adelante en medio del matorral, vimos una media columna partida y al fondo una pared mohosa con un patio adelante, mas allá una construcción casi cuadrada con doble altura, con restos de la puerta guindando, solo 2 ventanales y una escalera exterior hasta el techo.

Ya para ese momento el susto era lo único que compartíamos.69 Mausoleo Knoche (1)

Adentro, las temidas lápidas y algunos huesos dispersos en el piso. La suciedad y aire putrefacto nos obligaron a salir de inmediato. Dimos un recorrido por el lugar y mientras unos preparaban fuego para la comida y el cafecito infaltable, los demás limpiamos un espacio frente a la ruinas de la casa para poder estar menos incómodos. El sol caía veloz y todo era lúgubre!

Con la lamparita de kerosén medio alumbramos para volver a revisar lo que parecía el laboratorio del Dr. Knoche. Arañas gigantes, ciempiés y bichos de todo tipo. Una de las lápidas medio abierta dejo ver huesos largos y cortos en el fondo, varias placas con nombres en alemán y fechas ¡Que va, me voy de aquí! Dije en voz baja y todos salieron antes que yo.

Comimos rápido en el patio frontal y a punta de ron y café logramos medio dormir una espantosa noche en medio de sonidos extraños, ramas podridas que caían y el rumor de una quebrada cercana. Seguro que nadie durmió completo.

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Al amanecer ya estábamos de pie y luego del obligado pan con mortadela y un buche de café salimos apuraditos para no volver mas nunca.

Las risas volvieron en el camino y la camaradería nos dieron mas luz que el nublado sol que acompañaba el veloz paso de retorno a la Caracas de siempre; nuestra querida ciudad. Solo el recuerdo amargo de las ruinas saqueadas y la pesada sensación de un extraño lugar en la paz que significa El Ávila.

No era leyenda; Canoche existe.

¡Que Caracas aquella, la de mis tiempos!

Don Eliseo

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